“Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:19-20
Creyendo que estaba haciendo bien, antes de convertirse en el hombre que sería, Pablo pidió cartas a los sacerdotes, no con el fin de presentarse como parte del pueblo de Dios, sino para poder tener la autoridad de poner presos a los hijos de Dios. Pero camino a Damasco, tuvo un encuentro muy personal que cambió su vida: Hasta ese momento él no estaba haciendo lo que Dios quería, sino su propio plan. Después de ese momento, Dios lo transformó en un Apóstol. En el pasaje que se puede leer al principio de este texto, Pablo nos relata su experiencia como creyente, y la transformación que había tenido al conocer a Jesús: De ser un perseguidor de los cristianos pasó a ser un seguidor de Cristo. De ese modo cuenta como la Muerte de Cristo significó Su propia muerte, pero también como la Resurrección de Cristo significó Su Vida.
La iglesia de Sardis
El mensaje a una de las Iglesias escrito en el libro de Apocalipsis, capítulo 3, versículos 1 al 6 habla de cristianos que tenían una actitud diferente a la de Pablo. Se trata de la Iglesia de Sardis, una ciudad célebre por su opulencia y por el voluptuoso y corrupto comportamiento de sus habitantes, y que llegó a ser una de las ciudades más importantes y prósperas que había en el mundo antiguo. Esa ciudad era reconocida por haber sido un centro de producción de lanas y tintes. Pero después de toda esa importancia, se había terminado convirtiendo apenas en una aldea, en un pueblo que casi pasa desapercibido. Su nombre tenía un significado: “Remanente”. “Cosas que quedan de antes”.
En medio de Sardis existía una iglesia, que atravesaba por una crisis espiritual: algunos de esos cristianos estaban muertos y otros agonizaban. Por ese motivo, en el versículo 1, el pasaje dice “tienes nombre de que vives, pero estás muerto”. La gloria y la fama de esa ciudad ya habían pasado a la historia, pero sus habitantes continuaban manteniendo su orgullo de la gloria pasada, sin darse cuenta o sin querer tomar en cuenta su condición actual. La Iglesia, era una iglesia con muertos espirituales, la mayoría de sus miembros estaban entregados a prácticas que no eran agradables a Dios, sin que haya distinción en aquella ciudad entre los cristianos y los no cristianos. Sin embargo, en medio de toda esta situación, había unos cuantos hermanos que habían permanecido fieles al Señor y a su Palabra. Por eso el nombre de la ciudad era Sardis, el Remanente.
El versículo dos dice “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir…” ¿Cuáles son esas otras cosas que están agonizando? ¿Se acuerda que hablamos de las diez vírgenes? Cinco de ellas estaban atentas, vigilantes, pero cinco no lo estaban. Y necesitaban el aceite de las lámparas, para mantenerlas despiertas hasta que llegara el esposo a buscarlas. Las cinco primeras, que estaban vigilantes entraron con el esposo. Su aceite no se acabó. Es el aceite de la unción del Espíritu Santo lo que se necesita para estar atentos, vigilantes. ¿Cuáles son entonces las cosas que debo afirmar para mantenerme vigilante, atento? La lectura de la Biblia, la asistencia a tus cultos, el testificarle a otros, tu participación en los ministerios, tu cooperación. El aceite de la unción lo necesitamos continuamente, dentro y fuera de la iglesia.
¿Qué golpe debe haber sido, no, para la Iglesia de Sardis? “No he hallado tus obras perfectas”, dice el versículo 2. Pero el versículo 3 continúa diciendo “Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo…” Hemos recibido el evangelio por la Fe. Por lo tanto debemos vivir la vida por la Fe. Para ello es necesario desarrolla nuestra Fe poniéndola a trabajar. Tenemos que hacer nuestra parte también. Manifestar la presencia del Espíritu Santo. Esta debe ser una asignatura prioritaria en la vida de todo creyente. Ese mismo versículo continúa diciendo “… vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré por ti…” pero hasta entonces, es necesario ponerse a trabajar, no esperarlo cruzados de brazos.
El remanente
“Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras” dice el versículo 4. ¿Quiénes son esas personas? ¿Aún hoy hay de esas personas? ¿Podemos ser nosotros? Se trata de personas que han permanecido fieles al Señor y a su palabra, que están dispuestas a servir. Personas que no han manchado sus vestiduras. Hermanos que no han accedido ante las tentaciones, pero no son ellos los importantes, sino a quién siguen ellos: Jesús. ¿Habrá de esas personas hoy? ¿Se encontrarán en este tiempo? ¿Qué promesas o respaldo tienen de parte de Dios?
Hay promesas de parte de Dios para el remanente Fiel
“Andarán conmigo en vestiduras blancas” dice el versículo 4. El blanco indica la pureza y la santidad que Dios exige para que alguien entre en su presencia. Los vestidos que se les daban a los que entraban a las fiestas (como el Padre del hijo pródigo, que hizo una gran fiesta en honor del regreso de su hijo). “…y no borraré su nombre del Libro de la Vida…” Una de las mejores traducciones del texto original dice más precisamente que nunca, jamás, de ninguna manera “borraré su nombre del Libro de la Vida”. ¿Qué es el Libro de la Vida? En el Antiguo Testamento, el “Libro de la Vida”, era el registro de todos los que tenían ciudadanía en la comunidad Teocrática de Israel, donde los ciudadanos indignos eran borrados. La promesa aquí es que los nombres de estos de ninguna manera serán borrados del Libro.
“… y confesaré su nombre delante de mi Padre…” Confesar en este punto tiene que ver con estar de acuerdo. Con decirle a Dios: este es uno que fue lavado por medio de la Sangre derramada. En pocas palabras… “Si te conozco”, serán las palabras de Jesús cuando lleguemos a los cielos (Mateo 10:32).
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