martes, 12 de junio de 2012

Aviva tu obra - (10/06/2012)


Por el pastor Osvaldo D'Emilio
Lectura: Habacuc 3:1-2

Los días de Habacuc no eran los mejores. El pueblo estaba en tiempos de crisis nacional, rodeado de injusticia, uno de los períodos más críticos de la historia de Judá. El país había descendido de las reformas de Josías a los abusos que sufrían sus habitantes, medidas opresivas contra los pobres, y la alteración del sistema legal. Los países que lo rodeaban estaban en guerra por lo que el pueblo se sentía amenazado. Palabras como iniquidad, dificultades, saqueos, violencia, pleitos, contiendas, ley ineficaz,  injusticia, rrepresentan esos tiempos. Los malos encierran a los rectos, el juicio de los perversos prospera.

En estos días vemos cuántas cosas similares nos pasan que no nos permiten terminar nuestros proyectos de vida, probablemente en tareas que hemos empezado, quizás en lo personal: en el estudio, en la casa, en el trabajo. Buscamos alcanzar una mejor posición en lo social, tener un mejor nivel cultural.


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Pero también vemos aquellas cosas que hemos querido empezar y que no lo hicimos. En algunos casos eso genera insatisfacción, frustraciones por no haber desarrollado nuestro potencial. Muchas veces dependemos de nuestras propias decisiones, y otras de las de nuestros mayores, quienes no ven los deseos de cada uno de nosotros.

En este día veremos que podemos contar con Dios. Él ve en nosotros el potencial que tenemos, conoce el trabajo que podemos realizar, sabe por dónde debemos empezar, y es quien respalda la tarea que hemos de realizar.

Habacuc viene de resaltar un momento difícil de su pueblo, en el capítulo 2 manifiesta las características de los babilonios. Les habla a los que no hacen lo recto, a quienes desean ganancias deshonestas. Pensaban que podían escapar de quienes les reclamarían por sus agresiones. Pero Jesús es quien responderá por su pueblo. (2 vs 11)

Habacuc clama y canta con todas sus fuerzas (v. 3:1). Esto es lo que representa Sigionot. Manifiesta la Emoción de su presencia, tiene la sensación de Victoria. Es como adelantarse por Fe a lo que Dios ya ha respondido. (Tengamos esa sensación). La Palabra de Dios conmueve todo el ser de Habacuc. Él dijo: “He oído Tu Palabra…”. A pesar de todo lo que pasa alrededor, a pesar de las injusticias que se cometen, a pesar de las muchas voces que se levantan. “He oído Tu Palabra, y temí” (No dice tuve miedo). Vibra todo mi ser ante la presencia de Dios, se conmueve toda mi alma ante el maravilloso Poder de Dios. Comprendo que la voz de tu presencia permanece para siempre.

Escuchando su voz, reclamó su acción. “Aviva tu obra en medio de los tiempos”. En otras palabras le está -y nos está- diciendo “Señor, haz reaccionar a tu pueblo”. Así como Dios envía Su Palabra, también envía Su Espíritu sobre nuestras vidas para hacernos ver el trabajo que debemos realizar. La “Obra” necesita “obreros”. ¿Hay quien busca trabajo? La acción de Dios despertará a quienes deseen trabajar. No podemos esperar crecer sin hacer nada. No significa que cada uno haga lo que quiera, sino que sepa escuchar a quien le dé las indicaciones. Nuestra disposición manifestará nuestra acción.

Es el tiempo de dar a conocer la manifestación del Poder de Dios. La Obra no es sólo cada congregación o la Iglesia, no es sólo cada ministerio, ni aquello que podamos nosotros realizar. La Obra es la manifestación del Poder de Dios sobre todas las vidas, porque Dios es el Dios de la Obra. (No somos los dueños). Es el Tiempo de dar a Conocer la importancia, Poder y Manifestación de su gran Misericordia.

A pesar de las dificultades, podemos salir adelante. Aquello que pasa no nos va a hacer bajar los brazos. A pesar de que se levanten tantas voces, atenderemos a La Voz de Dios. Nuestra disposición a trabajar debe estar siempre. Nuestro trabajar será efectivo, cuando veamos cómo aquello que damos a conocer, Su Palabra, da frutos en las vidas que la han recibido. “La mies es…”, “Denles ustedes de comer…” “Te aconsejo que avives el fuego…”. A pesar de que mi entorno no sea el mejor, levanto los ojos por encima de las dificultades (Sal 121:1).

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