Por el pastor Osvaldo D'Emilio
Lectura: Marcos 5:
21-24; 35-41
Muchos padres están
preocupados por lo que pasa con sus hijos. Lo que
nos brinda la sociedad no es garantía de que, a través de la educación, pueda
mejorar la situación actual. A través de las vivencias de nuestros hijos vemos
que nuestra preparación, en muchos casos, es limitada. Los tiempos han avanzado
tanto, que nos hemos “quedado atrás”. Los peligros nos rodean a todos, pero
nosotros debemos estar, con la cobertura de Dios, nuestro Padre.
En el mensaje de
hoy veremos el esfuerzo de un padre por su hija. Ese
esfuerzo debe ser nuestro porque son nuestros hijos, no tenemos que medir las
limitaciones sino dejar de lado los impedimentos y rechazar a quienes nos dicen
que bajemos los brazos. Dios es este Padre.
Jairo, el Padre que trae a Jesús a su
casa. Había muchas personas que creyendo que podían ayudar, alborotaban el
lugar. Lloraban y gritaban, y todo esto no traía ninguna solución, al
contrario, perturbaba a los habitantes de la casa. A este padre no le importó
la distancia que había, no fue a buscar lo más cercano, lo más fácil, sino que
hizo el esfuerzo y salió de ese entorno, fue donde estaba Jesús, quien luego, al
llegar a su casa, “echo a todos los que molestaban”.
Escuchá el mensaje completo
En este pasaje
vemos a un padre que quiere que Jesús entre en su casa porque cree que
solamente poniendo Él sus manos sobre su hija, ella sanará. En muchos casos el
desanimo nos ataca, nos propone bajar los brazos, abandonar nuestra fe,
escuchar las voces de los que nos rodean. Sin embargo, Jesús dice: “No
temas Cree solamente”.
“El perfecto amor
hecha afuera el temor” (1° Jn 4:17-19). Si hay algo que tenemos que echar
fuera, es porque le hemos permitido entrar.
Eso nos ha causado una alteración que ha afectado a toda nuestra casa. Debemos
saber entender qué es lo que nos hace bien, como también qué es aquello que nos
hace mal. Lo bueno, dejarlo entrar, y a lo malo, si está afuera, cerrarle la
puerta, y si ha entrado, echarlo fuera.
El pasaje dice que
“echando fuera a todos, entró con sus padres, y con, Pedro, Jacobo y Juan”. Pedro
representa la roca, el fundamento (Mat.
16:18). Tenemos que echar bases sólidas en nuestra
fe.
Jacobo se encargaba de remendar redes. Cuando éstas comenzaban a trabajar,
por la fuerza que debían realizar, algunas producían un deterioro y se rompían permitiendo
que se perdieran los peces que debían de pescar. Jacobo con Juan se encargaban
de remendar y/o reparar esas redes, para que la pesca sea más efectiva. Representa al que restaura las vidas, para
que no se pierda nada de aquello que pueda recibir.
Juan, representa el Amor de Dios, el era “el discípulo amado”. Era el que se
recostaba sobre el pecho de Jesús, el discípulo más joven, el amor de Dios a
todos aquellos que le seguían, y están dispuestos a caminar con Él, sin miedo a
las circunstancias que deben enfrentar. Recordemos
que Juan era el que estaba al pie de la cruz cuando Jesús fue crucificado.
“Tomando la mano de
la niña le dijo “Talita cumi […] Niña a ti te digo
levántate”. No te des por vencido, Jesús es el que te toma de la mano y te
dice, “levántate”. Él desea que nuestra vida tenga nuevas oportunidades, Dios
es el Padre que desea lo mejor para sus hijos. Sólo en Él hay
esperanza. En lo personal debemos alimentarnos de Su Palabra y fortalecer
nuestro espíritu.
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