Por el pastor Osvaldo D'Emilio
Lectura:
2 Reyes 6:8-17; 18-23
En estos versículos encontramos que había guerra entre
dos naciones. La primera era Israel, el pueblo de
Dios, la segunda era Siria, el pueblo enemigo. Lo que no sabían éstos últimos
era que Israel tenía un Padre que cuidaba a sus hijos. Más aún, dentro del
pueblo el Padre tenía su representante que era quien llevaba su voz y
desarticulaba los planes del pueblo enemigo. Esa persona era Eliseo, el Profeta
que tenía tal comunión con Dios al punto de que él le decía todo lo que el
enemigo planeaba.
En estos tiempos nos encontramos pasando situaciones
difíciles a nuestro alrededor. Quizás algunas de
ellas son en lo personal, no sabemos cómo salir o enfrentar los problemas,
quizás en lo laboral o económico, nos encontramos limitados y no vemos ni
sabemos cómo salir. Probablemente, otros sean en la salud, en lo familiar, en
situaciones límites que nos desesperan y anulan nuestra capacidad de reacción,
impidiéndonos ver la solución del problema.
Hoy veremos el
accionar de un hijo de Dios, Eliseo, de la nación
enemiga y su rey Ben-Adad, del criado de Eliseo. También hablaremos sobre cómo
Dios cuido de Eliseo y, a través de él, de su rey y todo su pueblo. Notaremos
dónde está la diferencia entre un hijo de Dios en comunión y las demás personas
que no lo están. Veremos a un Padre que se ocupa de sus hijos, y los defiende,
pero que además confunde los planes del enemigo.
“CUANDO DIOS PERMITE QUE NOS
LLEGUE UN PROBLEMA, EL YA TIENE LA RESPUESTA”.
Los sirios sabían quién era Eliseo. El rey de Siria enviaba su ejército contra Israel, pero como Eliseo
le avisaba al rey de Israel los planes del pueblo invasor, el rey enemigo mandó
capturarlo para que no descubra sus planes.
Un hijo de Dios
tiene la protección del ejército más grande que pueda existir. Dios no abandona a sus hijos. A pesar de lo que el enemigo planee, Dios
siempre, como un padre con sus hijos, los sale a defender. Más todavía, donde
hay un hijo de Dios, bendice a todos los que están a su alrededor. El enemigo
quería atacar a Israel pero Eliseo se lo impedía. Por eso fue detrás del
profeta para que el pueblo se quede sin protección de Dios. Tú y yo somos
importantes para nuestra familia, ciudad, provincia y nación, cuando levantamos
nuestra voz y entramos en comunión con Dios.
El criado tuvo
miedo, dijo “¡señor mío! ¿Qué haremos?”. El verdadero hijo de Dios no se desespera en
la dificultad, mantiene un equilibrio emocional, en la desesperación se
hacen locuras. Sabe animar a otros en medio de los problemas, sabe que siempre
contará con un ejército a su disposición.
Debemos manifestar
el plan de Dios con Fe. Eliseo ya veía el
ejército, ahora quería que lo viera su criado. Va más allá de lo natural, de lo
racional, de lo lógico. La fe cree donde no hay, espera
donde nadie aparece. Jesús en la cruz nos veía a nosotros aquí. La fe no es
para los momentos buenos, sino para los tiempos difíciles. “Declara en la
noche, lo que Dios te dijo durante el día”.
Debemos saber
permanecer en el monte (vs. 17bc), éste representa
la presencia de Dios. Ningún problema nos puede sacar de la presencia de Dios.
Monte es sinónimo de altura, altura de victoria. Mientras estés en el monte, el
enemigo no podrá tocarte.
El Dios que abre y
cierra. Dios le abrió los ojos al criado de
Eliseo. Debemos pedirle a Dios que en medio de la dificultad, nos abra
los ojos de la fe para que veamos que está con nosotros. Yo imagino al criado
cuando vio todo ese ejército y carros de fuego, se agrandó. Dios pelea por
nosotros, pero también le cierra los ojos a los enemigos, los confunde y los
hace ir por caminos equivocados. Los hace caer en la trampa y son vencidos. Un
hijo de Dios no toma venganza, Dios se encarga de aquellos que nos quieren
lastimar.
Probablemente
nosotros nos encontramos en situaciones difíciles en algunos momentos. Eliseo
no fue tan especial ni muy diferente a nosotros. La diferencia es que él sabía
quién era y a quién representaba aquí en la tierra. Como Eliseo, nosotros
también somos hijos de Dios, y debemos saber que Dios es el que nos protege.
Cuando Dios mandó su ejército para proteger a Eliseo, también protegió a su
criado y a todo su pueblo. Notemos el grado de influencia que tenemos nosotros
en nuestra ciudad y nación. “Nunca más vinieron bandas…” (Vs.23). Cuando Dios
permite que nos llegue un problema, Él ya tiene la respuesta.