martes, 3 de abril de 2012

CUANDO SU PRESENCIA ESTÁ… - (20/02/2011)



Lectura: 2° Samuel 6: 12-22; Lucas 19:5

Muchas veces, cuando hay alguien en nuestra casa, hay evidencias de ello. Nos damos cuenta por los ruidos, quizás la radio prendida o el televisor. Quizás porque está cocinando algo o por los mates que está tomando. En algunos casos las evidencias son más notorias al escuchar su voz, la de algunos más fuerte que la de otros.


Pero también hay personas que pueden pasar desapercibidas en sus casas, nadie sabe si está o se fue, ni qué está haciendo.

Muchos se preguntan cuáles son las muestras de la presencia de Dios en una persona, una familia o una iglesia. La respuesta siempre la encontramos en La Palabra de Dios. La Biblia nos enseña claramente lo que sucede cuando la presencia sobrenatural de Dios está.

Cuando está la presencia de Dios siembre produce alegría (v. 12). Generalmente las personas viven un vacío interior que nada les satisface. Ese vacío es producto de no haber querido permitir que Dios ocupara su lugar en su vida, y eso en algunos casos es conscientemente y en otros es inconscientemente.

Andan por la vida disconformes con todo lo que les pasa y aún con aquello que no les pasa. No hay nada que les venga bien. Eso lo vemos en estos pasajes cuando David vio que el arca que manifestaba la presencia de Dios bendijo a las personas que la cuidaban. Habrá dicho “yo me traigo el arca (la presencia de Dios) a mi casa”. Esa actitud de David alegró su vida y la del resto del pueblo. Esa alegría se demuestra y se comparte con todos los que están a nuestro alrededor.

Cuando la presencia de Dios está siempre deberá ser a la manera que Él ha ordenado (v. 13). Los que debían llevar el arca eran los levitas, estos representaban al sacerdocio escogido por Dios. No podían encargarse otros porque Dios respalda a sus ministros.

Cuando la presencia de Dios está, siempre provocará una acción de nuestra parte (v. 14). David danzó sin prejuicios, no le importó lo que diría la gente alrededor. Eran sólo él y Dios. “Con todas sus fuerzas”, no escatimó límites a su expresión, no le importó que estaba casi desnudo.

Cuando la presencia de Dios está siempre habrá quien se oponga (v. 16). En muchos casos se podrán levantar voces disconformes, aquellos que estarán siempre dispuestos a criticar. En algunos casos puede llegar a ser gente cercana, de nuestra confianza. El problema estaba en que Mical vio a David y no vio el arca. Eso pasa cuando sacamos nuestros ojos de lo principal que es la presencia de Dios. Si hacemos eso siempre podemos llegar a ver errores u horrores de nuestra parte. Miremos su presencia y todo cambiará.

Cuando la presencia de Dios está, siempre traerá bendición (v. 18-19). David se sintió bendecido por Dios, entendió que a pesar de todo no lo había desamparado. Por esa razón deseo bendecir al pueblo. Todo comienza a cambiar y a mejorar porque la bendición de Dios está en nuestra tierra, porque su presencia está en nuestra casa. ¡Qué diferente sería todo! Traigamos su presencia a nuestra casa, barrio, ciudad, provincia y nación, y todo cambiará.

Cuando la presencia de Dios está, siempre tendremos que tomar una decisión (v. 21). Mical acusó a David de haber danzado delante del pueblo. ¡Qué equivocada estaba! David lo hizo delante de Dios. Debemos saber que a pesar de todo lo que nos rodea, sólo estamos nosotros delante de Dios y todo lo demás no tiene importancia. David, a pesar de sus críticas y comentarios, le dice “no me vas a privar de mi comunión con Dios en cada  instante”.

Cuando la presencia de Dios está, la religiosidad producirá esterilidad (v. 23). Dios se encarga de quienes nos critican, el problema está cuando somos nosotros los que queremos defendernos de las críticas de los demás.

Mical se perdió de participar de las bendiciones de Dios y del rey, quedó en descubierto a tal punto que le afectó en contra y quedó estéril. Sin embargo todo el pueblo fue bendecido.

Cuando la presencia de Dios está, nuestra vida completa da un giro de bendición.

“Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1° Corintios 4:20).

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