domingo, 1 de abril de 2012

EL CAMBIO POR SU PALABRA - (05/09/2010)


Lectura: Hebreos 4: 12-13; Juan 1: 14-18

En estos tiempos nos dejamos llevar por diferentes cambios que afectan a nuestra vida. Cambios en la moda, la ropa que usamos, el corte de pelo, los niveles de estudio que reflejan una importancia determinada de nuestra parte. Cambios en la forma de alimentación, en los trabajos y en aquellas cosas que nos inducen a comprar. Pero la palabra de Dios nunca cambia, sino que hace el cambio en nosotros.

En una ocasión, una revista le hizo una entrevista a un conocido teólogo cristiano, Norberto Saracco, y le preguntó “¿Cómo ve hoy al movimiento evangélico en Argentina?” a lo que respondió: “La pregunta que se hacen todos… Crecimos pero no ha habido transformación social. Y si uno tiene un mínimo de integridad espiritual e intelectual tenés que preguntarte por qué y hacerte cargo. Creo que en este momento la cosa pasa por ahí, está todo bien, el show… Hemos predicado un evangelio tan superficial que no hemos afectado las vidas. Hemos pensado que la transformación social viene por la política, por influenciar esferas de gobierno y hemos renunciado al ABC de los evangélicos, que son las vidas transformadas. Se da toda una secuencia en el Congreso y la política en general que en última instancia significa creer que las leyes cambian a las personas”.

También le preguntaron “¿Cuál es la función de las iglesias en este marco?”, y Saracco dijo que “la función de las iglesias es formar vidas pero la realidad nos muestra que los índices de divorcios son casi similares en la iglesia y fuera de ella, y lo mismo pasa con la violencia familiar y datos sobre la juventud. Hemos apostado a los eventos y los eventos no cambian vidas, hemos hecho el gran show evangélico. Es importante que la gente esté contenta pero eso no cambia vidas. Al no haber cambiado de vidas el producto son acciones que no reflejan el cambio. Cuando vos cambias lo de abajo, lo de arriba cae solo. La participación de los cristianos en la política –y digo esto con la advertencia de que tengo formación política y es un tema que me encanta- con la pretensión de representar a los evangélicos es de cuarta. Que el cambio venga a través de la política es negar el evangelio”.

El verdadero cambio lo hace la palabra de Dios cuando la dejamos que ingrese en nuestras vidas y ese cambio genera Compromiso en el lugar en el que me encuentro, la iglesia. ¿Cómo debe afectar su palabra en nuestra vida?

Debemos dejar que ilumine nuestro ser (Sal. 119: 105, 130). Comienza en nuestra mente, al comprender. Se manifiesta en nuestro espíritu al sentirnos transformados. Se evidencia en nuestro cuerpo cuando la ponemos en práctica. Ya no somos los mismos al dar testimonio de nuestro cambio a los demás.

“El que habitó entre nosotros” debe manifestarse a través de nosotros (Juan 1: 14-18). Juan escribe de lo importante que fue para ellos haber conocido a Jesús y cómo afecto sus vidas. “el Verbo” nos habla de lo más importante, el centro de atención para nuestras vidas de donde se deriva todo y debe afectar o transformar todo nuestro ser. “Juan dio testimonio” (Juan el Bautista) ¿Damos nosotros testimonio de cómo se manifiesta en nuestra vida? “De su plenitud tomamos todos”. De todo su ser, que debe llenar nuestras vidas “si le damos lugar”. Es nuestra decisión.

La palabra que es viva imparte vida. Cuando hablamos de vida significa que su palabra es creadora. “Dijo Dios sea la luz y la luz fue hecha” (Gen. 1). Es una palabra que sigue hablando a todo nuestro ser y que nosotros somos o debemos ser receptores de su palabra. ¿Cómo? Poniéndola por obra.

Si le dejamos actuar, la palabra de Dios no tiene límites. “Es viva y eficaz”. Manifiesta energía, manifiesta su Poder. Significa que entra en acción, moviliza todo nuestro ser interior. Va produciendo cambios en nuestra persona que muchos se preguntarán qué nos ha pasado porque es o será evidente a los que nos rodean. Esto será tan llamativo a los demás porque es un cambio que no retrocederá a momentos pasados sino que se profundizarán cada día, y manifestará lo “efectivo” de su palabra.

No permitamos que su palabra sea ociosa, inactiva o ineficaz, que es lo contrario a lo que su efecto desea hacer en nuestras vidas.
La palabra de Dios es totalmente transformadora cuando le permitimos ingresar a nuestras vidas y cuando la ponemos en práctica. Es también reveladora porque nos muestra nuestras equivocaciones. Pero además somos testimonio de su Palabra cuando transitamos manifestando el cambio que Jesucristo ha logrado en nuestras vidas.

El cambio es Cristo, “Cristo en nosotros la esperanza de gloria” (Col. 1: 27)

Cada día sea Su Palabra en nuestras vidas, que ilumine nuestro caminar.

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