martes, 3 de abril de 2012

RECONSTRUYAMOS LA FAMILIA - (16/10/2011)


Lectura: Nehemías 1:1-4; 4:10, 13, Ezequiel 22:30

En la lectura de hoy vemos que el pueblo de Israel añoraba su tierra madre, podríamos decir que la iglesia es nuestra “madre espiritual”. Debemos saber amar el lugar que Dios nos dio, ese lugar que nosotros ocupamos, ese espacio que Él nos ha dado para desarrollarnos y crecer.


Nehemías no pasaba problemas mayores. Si bien estaba cautivo, lo estaba en la casa del rey, su posición no era complicada a pesar de todo. Seguramente estaba bien alimentado, ya que controlaba todo lo que el rey bebía y comía. Quizás alguno de nosotros está en la misma situación, no tenemos mayores inconvenientes, pero sí nos damos cuenta que hay quienes están pasando por momentos muy difíciles. Nehemías no miró para otro lado, sino que se interesó en cómo estaban sus hermanos.

¿Cuántos de nosotros nos preocupamos por nuestros seres queridos, hermanos y amigos? Preocuparse por los demás no es criticar lo que hacen o no, no es querer cambiarlos a nuestra imagen. No significa que su actitud debe ser modificada a nuestros preconceptos de vida. Preocuparse es saber si le está pasando algo y qué podemos hacer para ayudarle. No significa que me voy a poner en el mismo lugar, sino que lo voy a traer de donde ha caído. ¿Cómo se encontraban sus hermanos? “El remanente, están en gran mal afrenta […] el muro derribado […] sus puertas quemadas a fuego”.

Al comenzar a reconstruir el muro, Nehemías cambió la perspectiva de sus hermanos. Cuando uno comienza a trabajar y se preocupa por hacer bien su tarea, no le queda tiempo para mirar qué hace o no quien está a mi lado o más allá.
¿A quiénes representan todos éstos? “El remanente”, es la suma de todos los pocos habitantes que quedaron en Jerusalén. Todo lo que hacían le salía mal o era para mal. Se sentían agraviados y ofendido por su condición, menospreciados, sin valor alguno. Todos vivían lamentándose.

“El muro derribado” representa las condiciones en las que se encuentran las familias hoy, golpeadas por situaciones críticas que las van desmoronando hasta que el enemigo puede entrar y hacer estragos en toda la casa (Juan 10:1).
Debemos hacer sólida nuestra fe para que no queden grietas que afecten nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos. El muro no se derriba con sólo un golpe, comienza ladrillo por ladrillo. Así trabaja el enemigo: despacio comienza a taladrarnos en nuestra mente hasta que derriba todas nuestras defensas, porque le hemos dado lugar y hace desastres en nuestras vidas y familias. Quizás su efecto no lo vemos inmediatamente sino con el tiempo hasta que en algunos casos difícilmente tenemos la oportunidad de volver a reconstruir, y si lo hacemos ya no es el mismo.

“Sus puertas quemadas a fuego” representan al liderazgo de familia, la iglesia y una nación. Debemos saber respetar las autoridades que tenemos, mientras éstas no nos hagan hacer algo contrario a lo que creemos. Ante las diferentes presiones que debemos enfrentar, el liderazgo se encuentra tambaleando, pero Dios nos habla de restaurarlo mientras éste considere que lo necesita. Jesús es respetuoso del liderazgo aunque no sea el mejor. En Juan 10:2 nos dice que Él entra por medio de “la puerta”. Si Él golpea y lo dejamos pasar, entrará y se sentará a nuestra mesa. Respeta y entra a través del liderazgo.

¿Qué hizo Nehemías ante esa situación? “Puso al pueblo por familias” (Nehemías 4:13-15). El enemigo buscó amedrentarlo, asustarlo, que detuviera el trabajo. Pero como líder buscó el respaldo de su pueblo. Algunos bajaron los brazos, se desanimaron porque oyeron voces negativas de afuera y de adentro. Nehemías superó el desánimo (2:19-20). Les aseguró que no sería fácil, siempre nos llega algún golpe por donde menos lo esperamos, en algunos casos son golpes bajos, no siempre de frente. Pero también están aquellos que vienen por detrás, aunque son descalificadores, dentro del mismo núcleo familiar (4:10-12), esos son los que más duelen.

Nehemías tuvo una actitud sabia, le encargó a cada familia un tramo del muro, como así también de las puertas. Primero debemos reconstruir la familia, para que de ellas salgan líderes confiables y además responsables con un compromiso de lealtad a pesar de las circunstancias.

Debemos encargarnos de construir o reconstruir el tramo que nos corresponde o fue asignado. Debemos saber usar las herramientas que nos entregaron. No debían darles la espalda a sus enemigos. También estaban quienes cuidaban a los que trabajaban, los alentaban y se mantenían preparados. Construían desde adentro, mirando hacia fuera, porque así estaban atentos si el enemigo los atacaba.

Uno de los concejos de Nehemías dice “cada uno permanezca dentro de Jerusalén” (4:22), no debemos salir de nuestra cobertura espiritual, porque de lo contrario estamos quedando desprotegidos en manos del enemigo. Debía de ser “de noche y de día”, en todo momento debemos estar dispuestos a trabajar.

Debemos prestar atención a las enseñanzas de Nehemías, cómo visualizó las necesidades de su pueblo, en qué condiciones se encontraban y cuál era el plan que debían desarrollar. No se dejó intimidar por sus enemigos ni tampoco por sus “amigos”. Su proyecto era más importante de lo que le podían decir. Así lo debemos ver nosotros por la nación, la gente, la iglesia, y cada familia que la integra. Hoy nosotros debemos avocarnos a la tarea que tenemos por delante y no bajar los brazos.

Veamos cuáles son nuestros puntos bajos, y qué debemos levantar del muro para defender nuestra casa, familia e iglesia. Cuando el enemigo quiera detener tu trabajo, contestale como lo hizo Nehemías en el capítulo 6: 1-4 (3) “Yo hago una gran obra”.

Es nuestra responsabilidad reconstruir nuestra familia si no está en las condiciones que Dios quiere. Si nos estamos desarrollando y creciendo, podemos seguir construyendo sin bajar los brazos. Pongámonos uno al lado del otro para que no queden espacios por donde el enemigo pueda entrar. Nehemías dijo “puse al pueblo por familias”. Si no están algunos de nuestros familiares, en este día los atraemos dentro del muro de la protección de Dios, bajo la cruz de Cristo y por fe declaramos que sus vidas están consagradas a Cristo.

Reconstruyamos la familia desde la perspectiva de Dios.

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