miércoles, 4 de abril de 2012

“LLEGAMOS Y SE NOS PRESENTAN NUEVOS DESAFÍOS PARA LA IGLESIA DE HOY” - (29/12/2011)


Lectura: 1° Corintios 15: 57-58

En un mundo tan lleno de competencias, traiciones y desilusiones, la iglesia de Cristo tiene que ser advertida y desafiada a seguir siendo lo que Cristo quiere que sea. Que no pierda su esencia ni el objetivo para lo cual Cristo la dejó en la tierra.


El año que se nos va nos dejó muchas bendiciones, y el que viene se presenta con nuevos retos y estamos listos para enfrentarlos. Vamos a hacer todo lo posible por dar más de nosotros, por ser mejores que en el año que se va; solamente Dios es quien sabrá reconocernos y recompensarnos por lo que hicimos para Él y para su iglesia.

Uno de los momentos más importantes que debemos tener, al llegar a este fin de año, es el de agradecer. Llegamos a terminar el 2011, más allá de los inconvenientes que se nos presentaron y por eso damos gracias. Pero nosotros debemos tomar con seriedad el trabajo que Cristo nos ha dejado por realizar.

Quiero animarle a que redoblemos nuestro esfuerzo en hacer lo que Cristo nos delegó como su iglesia, ya que lo que tenemos hecho hasta aquí no es lo suficiente. Animo a todos a que no nos cansemos y que vivamos cada día del 2012, como si fuera el último de nuestras vidas. El tiempo sabrá avalar lo que hicimos o lo que dejamos de hacer. Lo más importante es llevar el mensaje de Salvación a las vidas que están necesitadas. “Trabajando juntos veremos la fidelidad de Dios”.

¿Cómo lo podemos lograr? Primero, la iglesia de hoy debe permanecer firme (1° Cor. 15:58a). Firme en lo que cree (2° Tim. 1:12), que no se deje mover por nada ni nadie que pretenda hacernos creer que hay muchas más cosas en la vida que debemos saber; que no necesariamente están en la Biblia. No debe poner atención a nada ni a nadie que esté por encima de lo que dicen las Sagradas Escrituras. No debe dejarse tambalear por el comportamiento anormal de cualquiera de nosotros, los que ahora somos sus líderes o miembros. Tampoco debemos dejarnos sorprender u ofender por la mala conducta o acción de algún hermano o hermana de la iglesia. Tenemos que tener los ojos puestos en Jesús… (Hebreos 12:2).

En segundo lugar, la iglesia de hoy debe ser constante (1° Cor. 15:58b). Constantes y diligentes en todo lo que hagamos para el Señor. Debemos mantenernos fieles. Que podamos aprender de todos aquellos que en el mundo secular han llegado a romper récords de constancia y perseverancia en lo que hacen. Debemos ser constantes y servir continuamente (Daniel 6:16).

La iglesia de hoy debe ser creciente (1° Cor. 15:58c). Eso es producto de las dos prácticas anteriores. Ninguna iglesia puede crecer si no está firme y si no es constante (Efesios 4:14-15). Nuestra iglesia no puede dejar de crecer. El día que se estanque o deje de crecer es porque algo anda mal y debemos corregirlo para que siga creciendo. Cada uno de nosotros debemos producir ese crecimiento.

Nada es en vano, vale la pena. Prepárese para ser bendecido por Dios por haber sido firme, constante y por procurar que su iglesia siempre crezca, con responsabilidad y compromiso.

La iglesia de hoy debe ser responsable. Ello habla de cumplir, de ver más allá de nuestros intereses personales, de preocuparnos por el prójimo, pero además sin descuidarnos nosotros mismo como iglesia. Dios premia el esfuerzo de sus hijos.

La iglesia de hoy debe tener compromiso. Cuando promete algo lo debe cumplir, o por lo menos hacer el esfuerzo para llevar a cabo su misión. Si ella no lo puede realizar buscará otros que sí puedan hacerse cargo. Si Jesús se comprometió con nosotros, podemos realizar aquello que Él nos pide.

Esa iglesia tenemos que ser cada uno de nosotros. En lo personal podemos realizar el esfuerzo que su palabra nos enseña, pero además podemos y debemos trabajar en equipo, juntos.

Salmo 133. “…habitar los hermanos juntos y en armonía…”, allí Dios nos dará su bendición.

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