miércoles, 4 de abril de 2012

RESTAURANDO LA COMUNIÓN, OBTENEMOS SU BENDICIÓN - (25/03/2012)


Lectura: Amós 9:11-15; Hechos 2:44-47


Hoy en día, vemos lo lejos que está la gente de Dios. Lamentablemente escuchamos noticias que aterran, como los accidentes que se están sucediendo, por negligencia o no de las personas, y la saña que tienen algunos sobre otros. Ni hablar de aquellos que agreden a sus seres más cercanos y de su propia sangre, con el fin de afectar a terceras personas, como hemos escuchado en estos días.

La dignidad de las personas ha caído en desgracia. Ya no interesa si otros están sufriendo, si están pasando necesidad, si están enfermos o angustiados, si aquello que está a su alcance puede aliviar el dolor de alguien, incluso muchos no se preocupan en averiguarlo. Somos tan individualistas, que nos despreocupamos de aquellos que tenemos más cercanos.

¿Cómo podemos dejar de ser indiferentes? Desde nuestra perspectiva, tratamos de mejorar, no solo nuestra calidad de vida sino también la de quienes nos rodean. Para eso debemos ponernos a trabajar en la restauración de las vidas que necesitan de Dios, llevando cada uno el compromiso de realizar la parte que le corresponde, de acuerdo a la capacidad que Dios le ha dado.

¿Cuál fue el contexto de los tiempos de Amós? La situación comercial y político-militar había recobrado una nueva fuerza, pero la situación religiosa, era lamentable, había idolatría desenfrenada. Los ricos que vivían lujosamente, mientras los pobres eran oprimidos, se vivía una inmoralidad generalizada, un sistema judicial corrupto. La gente creía que la prosperidad era una señal de bendición de Dios. La nación sufriría las consecuencias a menos que cambiara su corazón y permitiera que Dios obrara en sus vidas.

En ese contexto surge Amós, cuyo nombre significa “el que lleva la carga”. Tuvo un ministerio que duró dos años. Fue contemporáneo de Oseas en Israel, y Miqueas e Isaías en Judá. Vivió en tiempos del rey Uzías en Judá y de Jeroboam en Israel.

La finalidad de Amós era que el pueblo volviera a tener la relación que tenía antes con Dios. “Levantaré el tabernáculo caído…”. Nos habla de cómo se encontraba la gente en relación con Dios, habían abandonado su relación personal. Cuando uno deja de utilizar una casa, y no le hace los mantenimientos necesarios, comienza a deteriorarse. Eso había pasado con el pueblo de Dios, al no tener relación con Dios, se había “venido abajo” el Tabernáculo (choza o tienda que nos habla del lugar de reunión de Dios con el sacerdote, representante de su pueblo. Hoy todos tenemos acceso a la comunión con Dios).

Dios le dice al pueblo que Él iba a hacer la parte que le correspondía. “Levantar el Tabernáculo caído…”, Dios busca restaurar Su comunión con nosotros. “Cerrar sus portillos...”, que no quede ninguna puerta abierta donde el enemigo se pueda introducir. “Levantar sus ruinas…”, quiere que edifiquemos todo aquello que se ha caído, que hemos abandonado. Dios nos entrega los materiales, nos ayuda, pero hay tareas que debemos realizar nosotros. Tenemos promesa de parte de Dios que restaurará Su comunión en nuestras vidas, “lo edificaré como en el tiempo pasado”.

La Palabra de Dios dominará a nuestros enemigos (v. 12). Edom vivía hostigando al pueblo de Dios, los menospreciaba, se burlaba de ellos. Pero donde se declara La Palabra de Dios, está la Autoridad delegada por él para con su pueblo.

“He aquí, vienen días…” (v. 13). Hay promesa de Dios de productividad, de muchos frutos, de abundancia, de restauración, de liberación, de que tenemos que trabajar.


“… Los plantaré sobre su tierra y nunca más serán arrancados…” (v. 15). Dios nos puso en un lugar, y por ese lugar debemos trabajar. Dios nos ubicó en una tierra fértil donde podemos crecer. Una planta para desarrollarse, crecer y dar fruto, depende de la profundidad de su raíz, eso no permite que sea arrancada con facilidad. Debemos recordar que Dios le dio la tierra a su pueblo, “tierra que fluye leche y miel”. Dios nos dio un lugar donde debemos estar, trabajar y producir. “…Yo les di, ha dicho Jehová…”, “…Dios tuyo”. Habla de pertenencia. Él pagó un alto precio por nosotros, prefirió nuestras vidas, que otras que se consideraban más importantes (Isaías 43:3-11).

Dios busca Restaurar a su pueblo. La finalidad es que su pueblo vuelva a disfrutar de todas las Bendiciones que Dios tiene, que trabaje por Él y para Él. Como Señor de nuestras vidas y de la vida de Su Pueblo él quiere que nos vaya bien y poseamos la tierra que Él nos dio. Que la Iglesia declare Su Palabra y que Su Palabra, manifieste Poder del Cielo. “Vienen días” en que se cumplirá su Palabra.

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