miércoles, 4 de abril de 2012

SALVACIÓN Y SANIDAD PARA UNA SOCIEDAD ENFERMA - (26/02/2012)


Lectura: Lucas 17:11-19

Lamentablemente estamos en una sociedad enferma, que por motivos del alejamiento de Dios vive en condiciones deplorables. Cuando hay algún logro importante se lo atribuyen a las personas, porque creen que su capacidad es mayor que la de cualquier otro en las mismas condiciones.


Como iglesia debemos manifestar nuestro agradecimiento a Dios, reconocer que por su accionar él nos rescató, que Jesucristo dio su vida por nosotros, que los demás vean algo diferente a aquello que vemos a nuestro alrededor. Pero debemos clamar por una sociedad justa.

Los leprosos (la sociedad) claman a Jesús (12-13). Cuando entró en la aldea, Jesús vio a los leprosos que estaban excluidos. Ellos se detuvieron a lo lejos como era costumbre según la ley (Lev. 13:46). La lepra es un estado del pecado en el que está la sociedad, incluyéndonos. La culpa nos aleja (probablemente los 9 que no regresaron eran judíos). Clamaron diciendo “Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros” y él respondió porque es rico en misericordia, es una de sus características (Lm. 3:22-23), se dirigían a la persona indicada.

Estos leprosos tenían muchas cosas en común con nosotros, todos sufrían la misma enfermedad (Ro. 3:23), todos se estaban muriendo (Ro. 6:23) y sin Cristo no tenían esperanza (Ef. 2:11).

Jesús limpia a los leprosos (v. 14). Tiene una mirada compasiva hacia ellos (“cuando les vio”), respondió a su clamor. ¿Por qué dijo “id, muéstrense a los sacerdotes”? Su mandato exige fe, los sacerdotes tenían la autoridad para declararlos limpios, eran ellos quienes tenían que verificar el milagro de Jesús. Era recién en ese momento cuando podían ingresar a tener una vida social como la de todos.

“Mientras iban fueron limpiados”. El primer paso de fe activó el milagro, la fe en Cristo nos limpia de toda inmundicia. ¿Podemos nosotros dar ese paso de fe?

Pero hay un solo leproso agradecido (vs 15-16). Al ser sano regresó a Jesús, glorificó a Dios, se postró a sus pies, agradeció (la gratitud nos acerca, “éste era samaritano”), le dio el primer lugar a quien lo había sanado. ¿Por qué lo hizo? Porque estaba sin esperanza y ahora la tenía; no tenía hogar, ahora podía volver a su casa; había sido rechazado, ahora podía ser recibido. Quien primero lo recibió fue Jesús, quien no lo rechazó por su condición, sino que restauró su vida para testimonio. Debemos ser agradecidos.

Hubo otros leprosos desconsiderados. Eran nueve que también fueron limpiados pero siguieron sus caminos. Jesús tristemente preguntó “¿y los nueve dónde están?”. ¿Cuán pronto nos olvidamos de los favores de Dios hacia nosotros? Estos hombres estaban más interesados en ingresar a la sociedad que en agradecer.

El ex leproso y samaritano (la iglesia) debió cumplir con la tradición, ir a los sacerdotes, quienes eran los encargados de darle el “alta”. Seguramente también volvió a su casa y a la sociedad que lo recibiría. Su testimonio afectó mucho más a su gente, ¿por qué? Porque aquel que en algún momento estaba lejos, ahora estaba cerca, se postró a sus pies, le adoró y le reconoció como Señor.

Jesús elogió a este hombre agradecido (v 19). ¿Somos agradecidos o desconsiderados? Los nueve sólo recibieron sanidad, pero el samaritano también recibió salvación. Debemos manifestar a quienes nos rodean el cambio que Jesús hace cada día en nuestras vidas, ser de testimonio a una sociedad enferma, compartiendo cada día vivencias que hacen que tengamos una mejor calidad de vida junto a nuestras familias.

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