miércoles, 4 de abril de 2012

LA PERSONA MÁS IMPORTANTE DE LA CASA (TEMPLO) - (18/12/2011)


Lectura: Efesios 3: 14-19

En este caso no vamos a hablar de la reconstrucción del templo, sino de alguien mucho mayor que debe estar en él. Decimos que no son las paredes, ni los bancos, ni los instrumentos, ni las personas, ni el pastor. Nosotros “somos templo de Dios y el Espíritu mora en nosotros” (1ª Corintios 3:16), pero como tal no podemos permanecer vacíos. Una casa o departamento se hace para que sea habitado por una o más personas. Cuando uno construye una casa la realiza dependiendo de las personas que lo van a habitar.


¿Quién ocupará la casa? Cuando alguien está por comenzar a construir (el albañil, maestro mayor de obras o el arquitecto) tiene que saber cuántas personas habitarán la vivienda, si es un matrimonio solo, con hijos, abuelos y/o tíos y por supuesto perros y/o gatos. También tendrán que saber si la quieren con una planta alta, o piso en planta alta o baja; uno, dos o tres dormitorios, living o cocina comedor, y lavadero; uno, dos o más baños con toilettes, o si la quiere con pileta, con cochera para uno o dos autos, con patio, jardín o quincho.

No dejemos que nuestra casa quede desocupada (Mateo 12:43-45). En este tiempo vemos que se construyen muchas viviendas y departamentos. Existen grandes empresas que realizan barrios y hasta edificios, que luego por mucho tiempo están deshabitados. Es allí donde se corre el riesgo que entren personas que por la falta de viviendas las ocupan y después es difícil desalojarlos, ya sea porque tienen muchos hijos, o porque están esperando mucho tiempo para que les adjudiquen una casa, o por las necesidades propias de cada uno. Pero esas personas que si bien tienen necesidad, en la mayoría de los casos, no hicieron ningún esfuerzo para que se las adjudique una vivienda.

El intruso no tiene interés. Es allí que luego, cuando desocupa la casa por medio de la justicia, se encuentra con que el lugar sufrió los deterioros de la falta de atención, que no tuvo el mantenimiento necesario o que les robaron los artefactos para venderlos.

Interés del dueño. Generalmente el que cuida la casa es el propietario que sabe lo que le costó, el esfuerzo realizado y todo lo que invirtió para llegar a tener un lugar digno. El dueño hace que la casa sea lo más confortable posible dentro de sus posibilidades.

Puede ser el palacio más grande, pero si no está habitado por la persona más importante, está vacío. Puede ser la casa más humilde, pero necesita que la presencia del ser más importante la llene toda. Jesús nació en un pesebre e hizo de ese lugar humilde, un lugar que trascendió en el tiempo.

Jesús es quien debe habitar en nuestra casa (Juan 14:23). Él debe ser la persona más importante de nuestra vida, a quien debemos darle el lugar principal. Reconocemos su nacimiento y cómo marcó una diferencia en los tiempos. Pero lo más importante es que todo nuestro ser reconozca, lo que hizo en la cruz por nosotros.

Él llega a nuestras vidas hoy, en la persona del Espíritu Santo. En el tiempo de Juan se declaraba como una promesa que vendría a morar en la vida de cada uno de nosotros. Hoy esa promesa es una realidad.

Él declaró libertad sobre nuestras vidas. Nos perdonó y limpió de toda nuestra maldad. Viene en la persona del Espíritu Santo a ocupar el centro de nuestros corazones. Permitamos que tome control absoluto de nuestras vidas, hogares y familias. El pesebre ya no está, la cruz está vacía.

Permitamos “que Él habite por la fe en nuestros corazones” en la persona del Espíritu Santo.

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