jueves, 5 de abril de 2012

TRIUNFO ANTICIPADO - (01/04/2012)


Lectura: Lucas 19:37-44


Hoy la sociedad clama por justicia. Vemos que ante cualquier situación la gente levanta la voz para expresar su descontento. Las consecuencias de ello repercuten en las familias que nosotros conformamos, y somos los que reclamamos por nuestras necesidades, pero generalmente lo hacemos dirigido a las personas que no siempre escuchan. Es allí donde tenemos que saber enfocarnos para reclamarle a aquel que no sólo nos escucha, sino que también tiene la respuesta justa para nuestras necesidades.

En el contexto de este pasaje veremos cómo nos reflejamos, seguramente vivimos situaciones parecidas, nos encontramos bajo presiones en las cuales no sabemos cómo reaccionar, el entorno en el cual vivimos no nos permite tomar el rumbo correcto. Esperamos que las soluciones las den otros cuando la respuesta a nuestra necesidad está a nuestro alcance.

Jesús en la entrada a Jerusalén está manifestando algo, sobre todo la buena disposición de Dios para con los suyos, el deseo de que las personas vuelvan a Él y reconozcan a Jesús como su hijo.

En el pasaje que leímos vemos el sentimiento de Jesús para con Jerusalén, el mismo que tiene para con nuestras vidas, nuestras familias, nuestra ciudad, provincia y nación. Como resultado de ello, Él aceptó ir a la cruz por toda la humanidad.

Jesús ve más allá de las sutilezas (v. 41). Hoy tenemos una sociedad en la que vivimos llenos de cosas superficiales: los hermosos paisajes que nos rodean, las grandes ceremonias y/o acontecimientos que se pueden organizar, nos deleitamos en aquello que podemos organizar o hacer que satisfaga nuestro ego. Cuando hacemos algo, tratamos que los demás se enteren para que lo vean. Pero Jesús va más allá de nuestros logros personales, lo que ve le hace llorar. ¿Sufrirá por lo que ve en nuestras vidas? Él observa más allá de lo externo en nuestra iglesia: “Conozco tus obras…” (Ap. 2:2); ve más allá de lo externo en nuestras vidas, la fachada que esconde nuestro interior, la sonrisa que oculta las lágrimas internas.

Jesús se interesa por nuestro dolor (Lc. 19:41 – “…lloró sobre ella”). ¿Cuál era su preocupación por Jerusalén? Que su pueblo se había olvidado de Dios, y esa situación trae sufrimiento. Desde el primer pecado en el Edén, todo acto de desobediencia trae dolor y la pérdida de las bendiciones de Dios para nuestras vidas. Tenemos que evaluar lo que miramos, las conversaciones que realizamos, las palabras que decimos, lo que pensamos. Tenemos que tratar de corregir el tipo de vida que llevamos, si en algo estamos llevando un camino equivocado.

Él conoce y valora nuestro potencial (Lc. 19: 42). “Si también tú conocieses…”, significa que Él te conoce, que sabe lo que vales, lo que podes hacer, lo que podes lograr si haces el esfuerzo y pones a Jesús en el centro de tu vida.

También sabe lo que Jerusalén (nosotros) pudo llegar a ser: la ciudad de bendición, pero en su lugar llegó a ser una ciudad de guerra y aflicción Jesús conoce nuestro pleno potencial.

Hay un día que puede cambiar nuestra historia (“…en este día…”). Éste es el día. Él sabe lo que cada uno de nosotros podemos lograr, no lo subestimemos. ¿Hemos echado a perder algo? Un gran futuro vence un gran pasado siempre.

Jesús anhela que tengamos paz (v. 42 - “lo que es para tu paz”). ¡Paz! ¡Qué palabra importante! Es un buen momento para llevar la paz de Dios a las personas, de compartir el amor de Dios para con todos, de proclamar las buenas de Salvación, transmitir del amor de Dios para con sus hijos. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén anticipó aquello que Dios tenía en sus planes: que Jesús vencería la muerte por el pecado de las personas y traería vida para todos. Nos anticipó el triunfo que traería en la cruz por nuestras vidas.

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