lunes, 23 de abril de 2012

Sirviendo como el que sirve - (22/04/2012)


Por el Pastor Osvaldo D'Emilio

Lectura: Miqueas 6:1-5

Hace uno años atrás el televisor no era como el de hoy. No existían los canales que hoy tenemos sino que sólo había uno. Después se sumaron cuatro más, los conocidos como canales de aire, que se sintonizan por medio de una antena que hay que orientar. Hoy, quienes pueden tienen cable con casi cien canales, o sistema satelital con más de seiscientos. Pero los adelantos tecnológicos a veces nos perjudican.

Muchos usamos el control remoto para cambiar los canales y hacemos zapping, pero antes había que levantarse y caminar hasta el televisor para eso porque era manual, había que girar la perilla.

Dejemos de lado las comodidades, ellas nos han atrofiado, ya no nos movemos como antes y eso se manifiesta en el cuerpo, y algo similar pasa en lo espiritual. Debemos realizar cada día el esfuerzo por manifestar aquello que ha hecho Dios por nosotros. El pueblo de Dios estaba cómodo y eso lo llevó a olvidarse de Dios.

En la lectura de hoy veremos cinco puntos clave: saber escuchar (oíd), esfuerzo (levántate), pelear (contienda), Montes (gigantes), que la voz se escuche con eco, con repetición (oigan los collados).


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Saber escuchar (oíd). Debemos estar siempre atentos a la voz de Dios. Existen virus que producen sordera espiritual y el creyente necesita una consulta con el doctor Jesucristo. El sordo no escucha el peligro ni las amenazas, pero al oír la voz de Dios estaremos alertas, podremos oír el peligro que viene a nosotros, evitaremos así ser atrapados y golpeados.

Levántate (esfuerzo). Debemos deshacernos de la pereza, necesitamos ejercitarnos espiritualmente. El creyente debe conocer su meta y su visión. El ejercicio físico produce ánimo, aliento, satisfacción y lucidez. El espiritual: fortaleza, rectitud, fidelidad y lucidez.

Contiende (pelea). Un verdadero guerrero sabe que para ganar es necesario pelear, para pelear es importante ser valiente, y para ser valiente hay que tener fuerza. Necesitamos una fuerza superior, tenemos que evaluar el poder del enemigo, medir nuestra capacidad espiritual y aprender a pelear.

Montes (gigantes), Salmos 121:1. El creyente tiene que tener una cobertura especial, Satanás es pequeño delante de Dios, no de mí. Necesito que “el enemigo” me respete, ¿pero cómo?

Oigan los collados (que tu voz se escuche y resuene). Tenemos que hablar. Lo que escuchamos de parte de Dios debemos repetirlo. El chisme ocupa el lugar de la buena palabra, ésta se ha ahogado, pero nosotros tenemos que ser voces que se escuchen y resuenen para edificar.

Comienza por visitar la clínica del Señor (el altar), deja que el doctor (Cristo) te examine, permite que Él dé el diagnóstico (escucha su voz), pon en práctica la receta (la oración).

lunes, 16 de abril de 2012

LA AUTORIDAD MÁXIMA - (15/04/2012)

Por el Pastor Osvaldo D'Emilio

Lectura: Juan 6: 60-69; 37

En estos días escuchamos de unas reuniones que se desarrollan en Cartagena de Indias, respecto al encuentro de jefes de Estado de las Américas. Pero en el mensaje de hoy vamos a hablar de una reunión cumbre presidida por la Máxima Autoridad: Jesús.
Él no hablaba para conveniencia de quienes lo seguían, no buscaba quedar bien con todos. Algunas personas piensan que hay que adaptar el mensaje a los oyentes, que si decimos algo que les moleste no van a venir más. Pero no debemos dar el mensaje que la gente espera escuchar, sino el que viene de la misma presencia de Dios. Un padre sabe lo que es mejor para sus hijos.
Creer en Él significa participar de Él. Jesús les dijo tres veces “yo soy el pan de vida” (vs. 35, 48 y 51), Él es el verdadero pan celestial. Se refiere al Poder sustentador de la Vida, y cualquier otro elemento que lo quiera reemplazar no es conveniente para las necesidades de las personas.
Jesús nos invita a comer su carne y beber su sangre, como en la Santa Cena, estamos participando y haciendo memoria de lo que hizo por nosotros en la cruz. Él se hizo cargo de nuestros errores y pecados, y recordamos cuánto sufrió por nuestras vidas.

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Pero hubo quienes se volvieron atrás (vs. 60-66). No les fue muy sencillo aceptar sus palabras, incluso muchos de ellos iban sólo por los panes y los peces. Eso mismo pasa hoy, queremos los beneficios sin aceptar las responsabilidades, seguimos a alguien por conveniencia. No todos están dispuestos a hacer el esfuerzo, sino que “se vuelven atrás”.
Muchos de los que escuchaban a Jesús no aceptaron el grado de compromiso que les pedía la Autoridad Máxima, y lo abandonaron. “Nuestra meta nos demandará el grado de compromiso que debemos tener”.
Jesús les dio libertad a sus discípulos: “¿se quieren ir ustedes también?”. Nadie está obligado y Jesús sabía la influencia que podía llegar a tener el entorno en cada uno de ellos. Esta es una decisión personal que debemos evaluar, pero que además, muchos de los que están a nuestro alrededor dependerán de ella. Debemos saber que estamos ante la Autoridad Máxima, y Jesús desea lo mejor para cada uno de nosotros, pero dependerá del grado de compromiso que estemos dispuestos a asumir.
En la lectura de hoy vemos una de las confesiones más grandes de la Biblia: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tiene palabras de vida eterna”. ¿Puede ser esta nuestra afirmación? Pedro le respondió a Jesús en base a sus convicciones personales: “Nosotros hemos creído…” tenemos fe; “hemos conocido que tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Lo que en realidad le está diciendo es “al pasar tiempo contigo, nos hemos dado cuenta en nuestro espíritu que vienes de Dios. Tú eres el Cristo”, Pedro reconoció a la Máxima Autoridad.
Si vemos a nuestro alrededor encontramos que muchos quieren tener responsabilidades sin compromiso, es como pretender tener el título sin estudiar. Jesús nos invita a aceptar sus palabras, siendo Él la Máxima Autoridad para nuestras vidas, deseando darnos lo mejor de su parte y, sobre todo, su compañía. Cada día podemos crecer en nuestra confianza y dependencia de Él, reflejando lo que hace en nosotros.
En aquella reunión cumbre hubo acuerdo entre sus discípulos respecto de seguirle a Él. No nos quedemos afuera. Jesús también dijo en el versículo 37: “el que viene a mí, no le echo fuera”.

El Ministerio Déboras inició las actividades del 2012

El lunes 16 de abril, el Ministerio Déboras comenzó las actividades del año con su primer reunión de Ayuno y Oración. El Ministerio compuesto por las mujeres de la congregación tuvieron un profundo momento con Dios que comenzó a las 8.30 en el templo de calle 17 entre 63 y 64, e invitan a todas las hermanas que quieran participar, a que se unan cada lunes a la misma hora para iniciar la semana en la presencia de Dios.

Además, extienden la invitación para la reunión de apertura de actividades del año 2012, para el próximo lunes 23 de abril a las 17.00, en el templo de calle 17 entre 63 y 64, bajo el lema "Despierta Débora, llegó tu hora".

martes, 10 de abril de 2012

Ojos arriba - (08/04/2012)


Por el Pastor Osvaldo D'Emilio - Mensaje compartido el domingo de resurrección por la tarde

Lectura: Lucas 24:13-16

En el mensaje anterior recordábamos lo que pasaba un domingo muy temprano, pero ahora vamos a tener presente algo diferente: el Camino a Emaús. El pasaje dice que dos de los seguidores de Jesús iban a una aldea llamada Emaús que estaba a 60 estadios de Jerusalén, más o menos 30 Km de distancia, “e iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó” y les preguntó por qué estaban tristes, y ellos al estar con ojos velados no se dieron cuenta que Jesús estaba con ellos. En aquel momento los seguidores y estaban tristes porque Jesús había muerto, aunque él ya había resucitado, sin embargo la resurrección es símbolo de alegría.

Decíamos en estos días que “la muerte y resurrección es perdón y vida para todos” y este es un día de celebración, día de alegría, y por eso también nosotros lo expresamos con alegría y queremos cantar y dar gloria a Dios.

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Aquellos hombres no reconocieron que Jesús estaba con ellos, la tristeza y la preocupación les habían cerrado los ojos. Sin embargo, Jesús transmite vida y alegría aun en nuestro andar, aun en este tiempo camina con nosotros. Él vive en nuestros corazones, donde nosotros vamos está Jesús, donde nosotros vivimos está Él. LA PAZ DE JESUS ESTA ENTRE NOSOTROS.

El salmista dice en un momento "alzaré mis ojos a los montes de donde vendrá mi socorro, mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra". Tenemos que tener nuestros ojos “arriba”. En hebreos dice “puesto mis ojos en Jesús, el autor y consumador de mi fe”. A veces tenemos los ojos puestos en tantas cosas que están a nuestro alrededor que nos hace bajar por caminos diferentes. Pero tenemos que poner la mirada en las cosas de arriba.

Dios tiene un plan para todos nosotros, el problema es que nosotros organizamos nuestros planes y le pedimos a Dios que los bendiga en lugar de preguntarle al Señor cuál es el plan que tienes para nuestra vida. Tenemos ambiciones, quizá hoy en día, que están mucho en lo terrenal, y no quiero decir que no las podamos tener, sino que hay que mirar más lo sobre natural, hay que mirar hacia arriba. ¿Por qué en vez de exhibir tanto lo material no empezamos a exhibir a Jesús en nuestra vida? Mostrémoslo más Él en nuestra vida. ¡Qué importante es manifestar y reconocer que tenemos la vida de Cristo!

Cristo resucito para que nosotros tengamos vida y para que su vida se manifieste plenamente en nuestros corazones para que podamos reflejar su presencia. Usted y yo tenemos la oportunidad de comunicarnos con Dios a través de la palabra, y nos refleja su presencia.

En este tiempo, a través de la muerte y resurrección de Jesús, el Señor nos abre los ojos y podemos tener claridad para mirar lo que Él tiene para nosotros. Por eso tenemos que saber bien para donde nos dirigimos. Elevemos nuestra mirada a aquel que tiene lo que nosotros necesitamos. Hebreos 12:2 dice: "puesto los ojos en Jesús autor y consumador de la fe".

#EspecialPascua

lunes, 9 de abril de 2012

Intercesión por la Ciudad

El primer lunes de cada mes, se lleva a cabo la reunión de intercesión por la ciudad de La Plata, en la cual hermanos de diferentes congregaciones nos reunimos para juntos clamar a Dios. El encuentro se lleva a cabo en la iglesia "Templo Unción" de calle 17 entre 63 y 64 N° 1511, a las 17.00, comenzando así cada nuevo mes cubriendo y pidiendo a Dios por nuestra ciudad. Te invitamos a que puedas ser parte del equipo de "Intercesión por la Ciudad".

Su Palabra nos trae vida - (08/04/2012)


Por el Pastor Osvaldo D'Emilio - Mensaje compartido el domingo de resurrección por la mañana.

Lectura: Lucas 24:1-9

El domingo de pascua es el día de resurrección, el cual recordamos y tenemos presente, pero no es un día de duelo o de luto. A pesar de todos los problemas que hoy vivimos, tenemos que declarar la vida de Jesús.

En la lectura de hoy vemos por un lado a las mujeres que iban con dolor, llorando, lamentándose porque el maestro había muerto, iban a perfumar el cuerpo con especias aromáticas que habían preparado días antes. Iban al sepulcro con llantos, con quebranto, pero volvieron con alegría. Algo había pasado: dos ángeles que estaban en la puerta del sepulcro les dijeron “¿por qué buscáis entre los muertos al que vive?”. Se referían a Jesucristo, quien resucitó, de quien en estos días escuchamos hablar mucho pero a quien no sólo tenemos que tenerlo presente en esta fecha sino todos los días.

“Entonces ellas se acordaron de sus palabras” (v 8), en el momento de dolor, de sufrimiento, no lo recordaban, pero cuando se encontraron con los ángeles se acordaron de lo que Jesús había dicho: que al tercer día resucitaría. Es importante que la palabra de Dios nos traiga a la memoria lo que Él nos está diciendo también para tenerlo presente en nuestros corazones.

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Pero no sólo se acordaron de las palabras de Jesús, sino que cuando llegaron a los que estaban los once discípulos les dieron “nuevas” de lo que había acontecido, les llevaron buenas noticias. Esas palabras no quedaron “encerradas” en sus vidas, sino que las transmitieron. Hoy nosotros debemos hacer lo mismo y llevar la palabra de Dios a quienes están a nuestro entorno, porque su Palabra nos trae vida, ánimo.

Quizás hoy, en una sociedad que está atravesando ciertos problemas, ciertos temores, muchos buscan tratar de satisfacer sus propias necesidades, pero no encuentran la respuesta que necesitan, porque el único que la tiene es Jesucristo. No tenemos que buscar en el sepulcro, en la tumba, ni en la gente que no tiene vida.

Jesús había resucitado y esta es la buena nueva. Las mujeres transmitieron el mensaje y vemos que Pedro y Juan salieron corriendo y vieron que Cristo ya no estaba en la tumba, sino que había resucitado.

Pero había una persona que muchos años antes había declarado que Cristo vivía, aunque no sabía que era Jesús. Job dijo: “Yo sé que mi redentor vive” (Job 19:25). Alrededor de 1500 años antes declaró por fe que “mi redentor vive”. Quienes lo habían visto dudaban, pero quien no lo había conocido creía. Es importante que podamos compartir esto, que Jesucristo vive.

Muchas veces, como iglesia, nos mantenemos encerrados en nuestras costumbres, en nuestros pensamientos, problemas, pero la vida de Cristo debe expandirse a aquellos que lo necesitan, tiene que alcanzar a quienes esperan una palabra de aliento, de poder. Nosotros tenemos que hablar de Cristo pero antes pidiéndole a Dios que todo lo que podamos expresar no sean palabras humanas, sino de bendición. Es importante que nuestra vida, nuestro testimonio, hable más que nuestras palabras, que podamos transmitir la vida de Cristo a los que están necesitados. Debemos ser el reflejo de lo que Él hizo en la cruz por nosotros. “La muerte y resurrección es perdón y vida para todos”.

#EspecialPascua

domingo, 8 de abril de 2012

La muerte es Perdón - (06/04/2012)



Por el Pastor Osvaldo D'Emilio


Lectura: Lucas 23:26; 48-49

En la lectura de hoy leemos que la multitud seguía a Jesús. Quizás vemos que hoy la gente está detrás de políticos, detrás de deportistas, de artistas, y otros que van por diferentes caminos que no solucionan sus problemas. Algunos de los que seguían a Jesús estaban lejos y muchas veces eso nos pasa también a nosotros. Pero en el momento más difícil Jesús oró al Padre, vemos que dijo “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (vs. 33-35).
El cielo se cubrió con nubes de tormenta, el anuncio profético fue revelado, hay una amenaza de conmoción en la tierra, el tiempo llegó a su momento culmine. En ese contexto, en medio de la tormenta, Jesús rogó al Padre, como deberíamos hacer nosotros también porque Él es quien nos sostiene en medio de la dificultad.
Muchas veces creemos saber lo que hacemos y no dejamos que nos digan nada ni que nos corrijan, pero Jesús se acordó de todos, de los discípulos, de la multitud, de quienes lo rodeaban, incluso de nosotros, y dijo “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Jesús en la cruz tuvo una actitud de misericordia para con todos nosotros. Yendo a la muerte, en medio de la tormenta, se acordó de ir al Padre y orar por todos.


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También nosotros podemos ser un canal de bendición para aquellos que hoy no están, que quizás tiene preocupaciones, están desanimados o que no conocen a Dios, o que quizás reniegan de todo lo que está sucediendo, o están buscando la respuesta en diferentes caminos. Pero el camino que nosotros tenemos que transitar es Jesucristo, quien nos orienta cada día.
Moody dijo “toda gran obra de Dios puede rastrearse de rodillas”, es decir en comunión con Dios. Él es quien nos sostiene, nos prepara y nos acompaña cada día. Viendo la multitud, Jesús dijo “perdónalos”, a través de la cruz manifestó el perdón, por eso decimos que “la muerte y resurrección es perdón y vida para todos”.
Quien no reconoce el perdón de Jesucristo no alcanza a valorar la resurrección. Muchas veces recordamos el domingo de resurrección, pero no el viernes de perdón. Jesús podría haber dicho “esta gente siempre con los mismos errores, con los mismos problemas”, pero en su lugar dijo “perdónalos”. ¿Se siente perdonado?
En el perdón tenemos acceso a Dios, porque eso nos ayuda y nos manifiesta en la vida de Jesús. Por medio de él tenemos vida en abundancia, y no sólo tenemos que cuidarla y administrarla, sino también compartirla con quienes están a nuestro alrededor, para quienes somos un canal de bendición. ¿Tenemos la capacidad de perdonar? Podemos y debemos perdonar porque Jesús nos perdonó primero a nosotros y en Él tenemos vida.
La muerte y resurrección es perdón y vida para todos.

sábado, 7 de abril de 2012

Jesús es nuestra Pascua - (05/04/2012)


Por la predicadora Ana Guerrieri

Lectura: Éxodo 2, 3 y 12

En la lectura de hoy vemos que Dios levanta un pueblo que lo conocía, que lo amaba, que lo adoraba, pero que un día cayó en cautiverio y fue a parar a Egipto, donde vivió oprobio y esclavitud. Al principio, ir a esa tierra fue una bendición, pero si estudiamos toda la historia vemos que hay una palabra clave: Decisión. El pueblo de Dios fue a Egipto porque pasaba hambre y Dios había levantado a un hombre, José, que era de la familia de la descendencia de Abraham, su amigo. Pero mucho tiempo después, murió el Faraón que gobernaba, murió José, y se levantó un Faraón que no conocía ni tenía a Dios. Éste sólo tenía un objetivo: opresión.
En ese contexto había un pueblo que estaba sometido, que no era reconocido ni tenían derechos (Ex. 2:23-25), pero ellos creían en un Dios que los podía liberar. Cuando llegaron el cautiverio y la opresión de tal manera que no tuvieron más argumentos, el pueblo comenzó a clamar y a gemir. Cuando se acaban los recursos vamos directo a Dios, pero qué importante sería que lo hiciéramos antes de que llegue la opresión.



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Dios, que es misericordioso y que tenía todo preparado, miró a su pueblo y los reconoció. Dios quiere que seamos libres, ese es el simbolismo de la Pascua, que no vivamos en esclavitud, que no vivamos bajo el oprobio de este sistema, bajo el espíritu del Faraón que está operando aún en la sociedad, que hiere, que subyuga, que mata. Dios creó un pueblo para que viva en libertad, creó Reyes y Sacerdotes.
En Éxodo 3 Dios reconoce el clamor de su pueblo, ve la opresión y no se le escapa nada. Es allí cuando prepara a Moisés para que libere al pueblo. En el capítulo 2, Dios había determinado libertad, pero el corazón de Faraón se había endurecido tanto que Dios puso un “ultimátum”. Le dio nueve oportunidades al Faraón para que libere al pueblo, pero a la décima dijo “basta”.
En ese momento todos estaban unidos como debemos estarlo hoy nosotros. La pascua se celebraba en familia, y es para estar juntos, para recordar, para que los padres le expliquen a sus hijos qué es la Pascua. En ese momento había que matar un cordero, con instrucciones precisas de cómo prepararlo, y pintar el dintel de las casas con su sangre (Éxodo 12:11). La sangre era una señal para que la muerte pasara de largo.
Que la sangre de Cristo tenga poder no significa que estemos exentos de los problemas, de las tormentas, pero sepamos siempre que esa sangre tiene poder. Cuando compartimos la santa cena lo estamos haciendo en memoria de Cristo y en memoria de lo que hizo el pueblo de Dios.
Antes de irse de Egipto, los hebreos despojaron a los egipcios de lo que tenían tal como ellos lo habían hecho cuando los esclavizaron. Esto es una muestra de que Dios restaura, restituye.
En Lucas 22:7-8 Jesús envía a Pedro y a Juan a que preparen la Pascua, y allí es donde nace la Santa Cena. En ella recordamos lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Cuando llegó la hora secta, salieron de la casa y fueron al monte de los Olivos (22:39-46).
Jesús es el Cordero pascual, es el que tiene la autoridad de traer las buenas nuevas de salvación. Cuando recordamos la Pascua de Israel en Egipto, tenemos que recordar lo que hizo Jesús en la cruz del calvario. Él es quien redime, el que salva, el que nos da libertad, el que nos restaura. Jesús es nuestra Pascua.

jueves, 5 de abril de 2012

TRIUNFO ANTICIPADO - (01/04/2012)


Lectura: Lucas 19:37-44


Hoy la sociedad clama por justicia. Vemos que ante cualquier situación la gente levanta la voz para expresar su descontento. Las consecuencias de ello repercuten en las familias que nosotros conformamos, y somos los que reclamamos por nuestras necesidades, pero generalmente lo hacemos dirigido a las personas que no siempre escuchan. Es allí donde tenemos que saber enfocarnos para reclamarle a aquel que no sólo nos escucha, sino que también tiene la respuesta justa para nuestras necesidades.

En el contexto de este pasaje veremos cómo nos reflejamos, seguramente vivimos situaciones parecidas, nos encontramos bajo presiones en las cuales no sabemos cómo reaccionar, el entorno en el cual vivimos no nos permite tomar el rumbo correcto. Esperamos que las soluciones las den otros cuando la respuesta a nuestra necesidad está a nuestro alcance.

Jesús en la entrada a Jerusalén está manifestando algo, sobre todo la buena disposición de Dios para con los suyos, el deseo de que las personas vuelvan a Él y reconozcan a Jesús como su hijo.

En el pasaje que leímos vemos el sentimiento de Jesús para con Jerusalén, el mismo que tiene para con nuestras vidas, nuestras familias, nuestra ciudad, provincia y nación. Como resultado de ello, Él aceptó ir a la cruz por toda la humanidad.

Jesús ve más allá de las sutilezas (v. 41). Hoy tenemos una sociedad en la que vivimos llenos de cosas superficiales: los hermosos paisajes que nos rodean, las grandes ceremonias y/o acontecimientos que se pueden organizar, nos deleitamos en aquello que podemos organizar o hacer que satisfaga nuestro ego. Cuando hacemos algo, tratamos que los demás se enteren para que lo vean. Pero Jesús va más allá de nuestros logros personales, lo que ve le hace llorar. ¿Sufrirá por lo que ve en nuestras vidas? Él observa más allá de lo externo en nuestra iglesia: “Conozco tus obras…” (Ap. 2:2); ve más allá de lo externo en nuestras vidas, la fachada que esconde nuestro interior, la sonrisa que oculta las lágrimas internas.

Jesús se interesa por nuestro dolor (Lc. 19:41 – “…lloró sobre ella”). ¿Cuál era su preocupación por Jerusalén? Que su pueblo se había olvidado de Dios, y esa situación trae sufrimiento. Desde el primer pecado en el Edén, todo acto de desobediencia trae dolor y la pérdida de las bendiciones de Dios para nuestras vidas. Tenemos que evaluar lo que miramos, las conversaciones que realizamos, las palabras que decimos, lo que pensamos. Tenemos que tratar de corregir el tipo de vida que llevamos, si en algo estamos llevando un camino equivocado.

Él conoce y valora nuestro potencial (Lc. 19: 42). “Si también tú conocieses…”, significa que Él te conoce, que sabe lo que vales, lo que podes hacer, lo que podes lograr si haces el esfuerzo y pones a Jesús en el centro de tu vida.

También sabe lo que Jerusalén (nosotros) pudo llegar a ser: la ciudad de bendición, pero en su lugar llegó a ser una ciudad de guerra y aflicción Jesús conoce nuestro pleno potencial.

Hay un día que puede cambiar nuestra historia (“…en este día…”). Éste es el día. Él sabe lo que cada uno de nosotros podemos lograr, no lo subestimemos. ¿Hemos echado a perder algo? Un gran futuro vence un gran pasado siempre.

Jesús anhela que tengamos paz (v. 42 - “lo que es para tu paz”). ¡Paz! ¡Qué palabra importante! Es un buen momento para llevar la paz de Dios a las personas, de compartir el amor de Dios para con todos, de proclamar las buenas de Salvación, transmitir del amor de Dios para con sus hijos. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén anticipó aquello que Dios tenía en sus planes: que Jesús vencería la muerte por el pecado de las personas y traería vida para todos. Nos anticipó el triunfo que traería en la cruz por nuestras vidas.

miércoles, 4 de abril de 2012

RESTAURANDO LA COMUNIÓN, OBTENEMOS SU BENDICIÓN - (25/03/2012)


Lectura: Amós 9:11-15; Hechos 2:44-47


Hoy en día, vemos lo lejos que está la gente de Dios. Lamentablemente escuchamos noticias que aterran, como los accidentes que se están sucediendo, por negligencia o no de las personas, y la saña que tienen algunos sobre otros. Ni hablar de aquellos que agreden a sus seres más cercanos y de su propia sangre, con el fin de afectar a terceras personas, como hemos escuchado en estos días.

La dignidad de las personas ha caído en desgracia. Ya no interesa si otros están sufriendo, si están pasando necesidad, si están enfermos o angustiados, si aquello que está a su alcance puede aliviar el dolor de alguien, incluso muchos no se preocupan en averiguarlo. Somos tan individualistas, que nos despreocupamos de aquellos que tenemos más cercanos.

¿Cómo podemos dejar de ser indiferentes? Desde nuestra perspectiva, tratamos de mejorar, no solo nuestra calidad de vida sino también la de quienes nos rodean. Para eso debemos ponernos a trabajar en la restauración de las vidas que necesitan de Dios, llevando cada uno el compromiso de realizar la parte que le corresponde, de acuerdo a la capacidad que Dios le ha dado.

¿Cuál fue el contexto de los tiempos de Amós? La situación comercial y político-militar había recobrado una nueva fuerza, pero la situación religiosa, era lamentable, había idolatría desenfrenada. Los ricos que vivían lujosamente, mientras los pobres eran oprimidos, se vivía una inmoralidad generalizada, un sistema judicial corrupto. La gente creía que la prosperidad era una señal de bendición de Dios. La nación sufriría las consecuencias a menos que cambiara su corazón y permitiera que Dios obrara en sus vidas.

En ese contexto surge Amós, cuyo nombre significa “el que lleva la carga”. Tuvo un ministerio que duró dos años. Fue contemporáneo de Oseas en Israel, y Miqueas e Isaías en Judá. Vivió en tiempos del rey Uzías en Judá y de Jeroboam en Israel.

La finalidad de Amós era que el pueblo volviera a tener la relación que tenía antes con Dios. “Levantaré el tabernáculo caído…”. Nos habla de cómo se encontraba la gente en relación con Dios, habían abandonado su relación personal. Cuando uno deja de utilizar una casa, y no le hace los mantenimientos necesarios, comienza a deteriorarse. Eso había pasado con el pueblo de Dios, al no tener relación con Dios, se había “venido abajo” el Tabernáculo (choza o tienda que nos habla del lugar de reunión de Dios con el sacerdote, representante de su pueblo. Hoy todos tenemos acceso a la comunión con Dios).

Dios le dice al pueblo que Él iba a hacer la parte que le correspondía. “Levantar el Tabernáculo caído…”, Dios busca restaurar Su comunión con nosotros. “Cerrar sus portillos...”, que no quede ninguna puerta abierta donde el enemigo se pueda introducir. “Levantar sus ruinas…”, quiere que edifiquemos todo aquello que se ha caído, que hemos abandonado. Dios nos entrega los materiales, nos ayuda, pero hay tareas que debemos realizar nosotros. Tenemos promesa de parte de Dios que restaurará Su comunión en nuestras vidas, “lo edificaré como en el tiempo pasado”.

La Palabra de Dios dominará a nuestros enemigos (v. 12). Edom vivía hostigando al pueblo de Dios, los menospreciaba, se burlaba de ellos. Pero donde se declara La Palabra de Dios, está la Autoridad delegada por él para con su pueblo.

“He aquí, vienen días…” (v. 13). Hay promesa de Dios de productividad, de muchos frutos, de abundancia, de restauración, de liberación, de que tenemos que trabajar.


“… Los plantaré sobre su tierra y nunca más serán arrancados…” (v. 15). Dios nos puso en un lugar, y por ese lugar debemos trabajar. Dios nos ubicó en una tierra fértil donde podemos crecer. Una planta para desarrollarse, crecer y dar fruto, depende de la profundidad de su raíz, eso no permite que sea arrancada con facilidad. Debemos recordar que Dios le dio la tierra a su pueblo, “tierra que fluye leche y miel”. Dios nos dio un lugar donde debemos estar, trabajar y producir. “…Yo les di, ha dicho Jehová…”, “…Dios tuyo”. Habla de pertenencia. Él pagó un alto precio por nosotros, prefirió nuestras vidas, que otras que se consideraban más importantes (Isaías 43:3-11).

Dios busca Restaurar a su pueblo. La finalidad es que su pueblo vuelva a disfrutar de todas las Bendiciones que Dios tiene, que trabaje por Él y para Él. Como Señor de nuestras vidas y de la vida de Su Pueblo él quiere que nos vaya bien y poseamos la tierra que Él nos dio. Que la Iglesia declare Su Palabra y que Su Palabra, manifieste Poder del Cielo. “Vienen días” en que se cumplirá su Palabra.

AMPARAR AL DESAMPARADO - (18/03/2012)

Lectura: Mateo 9:35-38; Lucas 19:41-42; Hechos 1:8-2

Cómo encontramos nuestra sociedad cuando transitamos por las calles? Seguramente vemos situaciones parecidas a las que veía Jesús en aquellos días. Algunos creen que tenemos que ir lejos de nuestra casa para ver cuanta necesidad hay, pero sólo tenemos que abrir nuestros ojos a nuestro alrededor para descubrirla.

¿Cuántas personas están reclamando una mayor y/o mejor respuesta debido a los inconvenientes que están teniendo? No hay previsibilidad, previsión, en la atención de las familias con situaciones límites. Generalmente vamos detrás del problema y no nos adelantamos a prevenir aquello que puede pasar.

Hoy en día sufrimos reclamos de diversas formas: la gente pide por seguridad porque se siente desprotegida, por salud porque está enferma, por trabajo porque no tiene posibilidades de un bienestar, aún a pesar de las capacidades que pueda llegar a tener. La gente reclama por una mejor enseñanza, porque la que hay no alcanza a cubrir las expectativas que puedan surgir en el momento que deban ejercer sus capacidades.

Hoy vamos a ver cómo Jesús veía a su sociedad y qué hacía por ella, pero además cómo derivó la responsabilidad a sus seguidores. ¿Estamos dispuestos a asumir el compromiso? ¿Será posible que nos veamos a la luz de la Palabra?

Jesús no se quedaba quieto, recorría “ciudades y aldeas”. No hacía diferencias con nadie, sino que para Él todos eran y son importantes. A donde Él llegaba parecía que se instalaba una carpa de atención generalizada y personalizada a la comunidad. Jesús era y es sensible a las necesidades de las personas, comprendía cada caso en particular, como también conocía las necesidades generales de las personas. Al recorrer en este tiempo, también ve en nosotros cómo nos encontramos y qué nos hace falta.

Él tenía una actividad personalizada importante. “Enseñaba en las sinagogas de ellos”; “predicaba el evangelio del reino”; “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Jesús no ha cambiado y sigue a través de su iglesia desempeñando este compromiso con las personas. Somos nosotros quienes tenemos que llevar el mismo mensaje a toda una comunidad que se encuentra necesitada.

Los ojos de Jesús siguen puestos en la multitud (v. 36). Él conoce aquello que está pasando a las multitudes. Hoy vemos personas que reclaman por diferentes motivos a los hombres y mujeres y no encuentran respuesta. En muchos casos, quienes deberían resolver los conflictos, miran para otro lado o la información les llega cambiada. No sólo no ven, sino que no escuchan, o mejor dicho, no quieren ver ni escuchar, también podemos decir que en algunos casos ven y escuchan pero no les importa. Podemos decir, Señor danos tus ojos para ser sensibles a las necesidades de la multitud.

¿Qué vio Jesús en la multitud? Lo lejos que estaban de Dios, “estaban desamparadas”, sin protección. Se encontraban frágiles. También las vio “dispersas”, cada uno por su lado. Una persona que se encuentra en esa situación “dispersa” está expuesta a que le pueda pasar cualquier cosa. Se encuentra debilitada, con menos fuerzas. En muchos casos, cuando se dice de una persona que está “dispersa”, es porque está pensando en cualquier cosa, que no se puede concentrar en lo que está haciendo o quiere hacer. Su mente está dividida.

¿Qué quiere Jesús en estos casos? Que seamos sensibles a las necesidades de las personas; “Jesús tuvo compasión de ellas”. Amparar al desamparado, Salmo 91 dice “el que habita al abrigo del altísimo…”. Nuestro Dios nos protege como a Josué (Josué 1:5), pero para ello él debía caminar en la palabra de Dios. Nosotros encontramos amparo en Dios, y eso mismo hay para los que se encuentran desamparados.

“Atraer a las que se encuentran dispersas”. Cantares 1:4 dice “atráeme…”. En función de ese amor incomparable tenemos la necesidad de estar cerca de él cada día. Ese amor sublime que lo demostró a través de Jesús en la cruz para que nos sintamos atraídos cada vez más cerca a él. Nos atrae en lo personal, pero para formar parte de un pueblo que tiene la misma devoción por ese amor, es por eso que el autor de Cantares dice “en pos de ti correremos”. Ya no se refiere a una sola persona sino que lo manifiesta en plural, somos muchos los que estamos en carrera (Hebreos 12:1-2).

Sabiendo lo que miraba Jesús, ¿dónde están nuestros ojos? Si bien Jesús les mandó a sus discípulos orar, también los comisionó a actuar. No podían permanecer al margen del mismo mandato. El rogar no nos exime del compromiso de hacer parte de la tarea que tenemos por delante, nuestro mandato recibido es amparar al desamparado y atraer a las personas que están dispersas.

Debemos ser un cuerpo componedor de vidas que necesitan ser restauradas, comenzando por nosotros mismos y manifestando lo que Dios ha hecho por nosotros y en nosotros.

EL MISTERIO DEL MINISTERIO - (11/03/2012)


Lectura: Efesios 3:1-10; Daniel 2:19, 28

En varias oportunidades, Pablo menciona la palabra “misterio”. Lo hace como referencia a aquello que estaba oculto por siglos por parte de Dios, vemos que por alrededor de 400 años Él había hecho silencio (Malaquías – Mateo), es el período entre el Antiguo y el Nuevo Testamento hasta el nacimiento de Jesús.

Sin embargo, luego habla del misterio “revelado”, como Daniel con el rey. A partir del momento que Jesús asciende, más allá de los apóstoles, es elegido Pablo para llevar el mensaje del evangelio a los gentiles. De tal manera habla de la “revelación del misterio que estaba oculto por años, ahora era dado a conocer, por medio de los apóstoles y por él mismo”.

¿Qué es un misterio? Lo que está oculto, cosa inaccesible a la razón y que es cuestión de fe, algo que nadie conoce ni sabe dónde se encuentra. Pablo nos habla del “Misterio del Ministerio”, ¿a qué se refiere? ¿Quiénes son los que pueden acceder? ¿Qué busca Dios con y en esas personas?

¿Qué pasaba con ese misterio? Se refería a dar a conocer el mensaje de Dios que por años había estado oculto, pero ahora se quería “revelar” a sus hijos (v. 3). Dios elige personas que le sean útiles, “muchos son los llamados y poco los escogidos” (Mt. 20:16; 22:14), en el medio están los “metidos”, como los hijos de Esceva (Hechos 19:15).

Las personas no eran elegidas por voluntad humana, no se podían postular o comprar el ministerio, como en el caso de Simón el mago (Hechos 8:9-25). Vemos como ejemplo cuando Dios dijo “apartadme a Bernabé y a Pablo” (Hechos 13:1-2), o cuando Pablo después de haber “echado” a Juan Marcos, lo manda a buscar porque consideraba que le era “útil al ministerio”, algo vio que le hizo cambiar de opinión (2° Tim. 4:11).

¿Cuál era ese misterio? (v. 6). Que los gentiles eran coherederos. Algunos no los tenían en cuenta, el pueblo judío en sí era muy cerrado, pero Dios nos tiene en cuenta a todos, como cuando envió a Pedro a casa de Cornelio. Estamos integrados en el cuerpo de Cristo, somos sus miembros. Como partes de él, cada uno de nosotros tiene distintas funciones, dentro de ellas nos debemos respetar y llevar bien y en armonía (Sal. 133), no mirando lo que hace el otro, sino cumpliendo con aquello que cada uno ha aprendido.

Somos copartícipes de la promesa en Cristo, esto no es poca cosa (2° Pedro 1:4), Dios no hace diferencias con nosotros, “fuimos injertados en el olivo verdadero” (Rom. 11:17). Si recibimos la misma savia, también la misma herencia por igual de “ser hechos hijos de Dios”. Por medio del evangelio de Jesús recibimos buenas noticias.

Ese “misterio” ahora era revelado y dado a conocer, lo transforma en “ministerio”. Por eso decimos “el misterio del ministerio”. Dios busca personas que sean comprometidas con su evangelio, que lleven el mensaje de salvación, que manifiesten “las inescrutables riquezas de Cristo” (esto es algo que no tiene comparación, que va más allá de la persona, que es inigualable con los valores y maravillas que el hombre se pueda imaginar). Cualquiera sea la dispensación o el alcance, privilegio o excepción, ordenado por las leyes generales, la magnitud, la grandeza de tal noticia que se daba a conocer. ¿Pero darse a conocer de qué forma?

El pasaje dice “la multiforme sabiduría de Dios”, significa “de muchos y variados” aspectos, matices y colores. De las formas que cada uno, dependiendo de sus capacidades y ministerios, puedan alcanzar a aquellos que no lo conocen y llevarlos a Cristo. ¿En dónde se encuentra eso? En la iglesia (v. 10), nosotros. En aquellos que pongan sus capacidades al servicio de la obra, que reciban la autoridad delegada de Dios para manifestar el poder de Cristo. No que se autonombren, sino teniendo seguridad y confianza en Dios, “si Él te llama, te respalda”. Nosotros somos simples intermediarios que tratamos de hacer su voluntad.

El misterio ya no está oculto, Dios lo transformó en “Ministerio”, que significa “servicio”. Pero no es “beneficio”, ni “reconocimiento”. Dios nos ha delegado a la iglesia el ser partícipes de su evangelio, pero ese mismo que hemos recibido y que ahora tenemos la responsabilidad de darlo a conocer. No debemos dejar que quede sólo en nuestros corazones.

Si Dios tuvo tanto amor y misericordia con nosotros, ha sido para que seamos mensajeros de ese amor para con los que están pasando necesidad.

LA IMAGEN VISIBLE DEL DIOS INVISIBLE - (04/03/2012)


Lectura: Colosenses 1: 9-18

Estamos en tiempos de manifestaciones. Las personas lo hacen cuando quieren reclamar algo, tratan de hacerse notar cuando esperan una respuesta en particular. Pero, ¿cuál es el sentido? Hacer que algo sea conocido por toda la sociedad o por alguien en particular. Es allí que vemos las manifestaciones de los maestros, cuando las organizaciones sociales reclaman los planes, cuando los vecinos piden mayor seguridad, cuando los ciudadanos de un país exigen que se atiendan sus reclamos.


¿Qué tipo de manifestaciones debemos hacer nosotros y cómo? Hoy veremos cuál es la oración y los consejos de Pablo, cómo deben ser puestos en práctica, y cuál es el alcance de ellos respecto no sólo a cada uno de nosotros, sino también hacia los demás.

La preocupación de Pablo estaba relacionada con el alcance de sus oraciones por los creyentes, y cómo éstos ponían en práctica lo aprendido. Habían llegado a él buenas noticias de los colosenses (vs. 3-4), de cómo ellos se conducían respecto a los santos, de acuerdo a como habían aprendido de Épafras. Ellos habían manifestado las oraciones en hechos que reflejaban las enseñanzas recibidas hacia las demás personas. Jesús quiere que manifestemos su vida.

Había evidencias del alcance que desarrollaban cada día, y el efecto de la oración de Pablo (v.9). “Sean llenos del conocimiento de la voluntad de Dios”, ese conocimiento era por el desear aprender más de Dios cada día, “en toda sabiduría… e inteligencia espiritual…”, esto es tener una estrecha relación con Dios.
Debían tener un equilibrio mental, emocional y espiritual que demuestre los cambios que estaban logrando.

“Para que andéis como es digno del Señor”, ¿cómo es nuestro andar? (v. 10). “Agradándole en todo”, sin fe es imposible agradar a Dios, “llevando fruto en toda buena obra… creciendo en el conocimiento del Señor”. “Fortalecidos con todo poder”, ¿de dónde lo sacamos? (v. 11), “conforme a la potencia de su gloria”, ¿qué trae esto? “paciencia y longanimidad”, grandeza y constancia de ánimo en las adversidades, benignidad, clemencia, generosidad.

“Con gozo”, ¿qué hace el gozo? (v. 12), me enseña a ser agradecido a Dios por los favores recibidos, porque por medio de él nos introdujo en su gracia, “aptos para participar”. No sólo formar parte de sus escogidos, sino que nos dio parte de su herencia, junto con otros que forman parte de su pueblo.

Todo esto no es por nuestras capacidades, sino por la misericordia de Dios (vs. 13-14). Nos cambió de posición: del reino de las tinieblas (donde estábamos en otro tiempo), “al reino de su amado hijo”, nos mudó en otras personas. Pagó un alto precio, su sangre. “Él es la imagen del Dios invisible…” (v. 15), él se hizo visible en la vida de Jesucristo, se dio a conocer por medio de su hijo a todas las personas.

Jesucristo es la base y sustento de nuestras vidas (Mat. 16:18). “Por él fueron creadas todas las cosas” (v. 16), “en los cielos y en la tierra… visibles e invisibles… tronos, dominios, principados y potestades, todo fue creado por él y para él… y por él subsisten… visible e invisible”, Jesucristo es vínculo de unidad, “es la cabeza”.

Ahora, ¿quién es la imagen visible del Dios invisible? (vs. 16-18), en este tiempo es la iglesia, somos aquellos que debemos manifestar la misericordia y el amor de Dios a las personas necesitadas o no. Dios no quiere maquillaje. Debemos manifestar el amor de Cristo a la sociedad, para que en todo, Dios, a través de Jesucristo y por medio del Espíritu Santo, tenga la “preeminencia” (privilegio, ventaja, existencia, preferencia que goza alguien respecto de otra persona por razón o mérito especial). Así tenga Jesús en nuestras vidas el primer lugar, por aquello que ha hecho en nosotros, que reflejemos su presencia, que nuestras palabras reflejen su poder.

De acuerdo a lo que hemos visto, todo fue creado por él y para él, así también la iglesia y aún él mismo dijo que la iglesia debe estar afirmada sobre su vida. Y nosotros debemos ser quienes manifestemos la vida de Cristo a quienes están a nuestro alrededor. Por tal motivo, la iglesia hoy es la imagen visible del Dios invisible. ¿Nos damos cuenta del grado de responsabilidad que tenemos? Debemos manifestar todo aquello que nos ha dado para que hagamos quedar lo mejor posible a Dios en este tiempo.

Si llegamos a ser algo o alguien, no es por nuestra propia capacidad solamente, sino por el derramamiento de la sangre de Cristo en la cruz.

SALVACIÓN Y SANIDAD PARA UNA SOCIEDAD ENFERMA - (26/02/2012)


Lectura: Lucas 17:11-19

Lamentablemente estamos en una sociedad enferma, que por motivos del alejamiento de Dios vive en condiciones deplorables. Cuando hay algún logro importante se lo atribuyen a las personas, porque creen que su capacidad es mayor que la de cualquier otro en las mismas condiciones.


Como iglesia debemos manifestar nuestro agradecimiento a Dios, reconocer que por su accionar él nos rescató, que Jesucristo dio su vida por nosotros, que los demás vean algo diferente a aquello que vemos a nuestro alrededor. Pero debemos clamar por una sociedad justa.

Los leprosos (la sociedad) claman a Jesús (12-13). Cuando entró en la aldea, Jesús vio a los leprosos que estaban excluidos. Ellos se detuvieron a lo lejos como era costumbre según la ley (Lev. 13:46). La lepra es un estado del pecado en el que está la sociedad, incluyéndonos. La culpa nos aleja (probablemente los 9 que no regresaron eran judíos). Clamaron diciendo “Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros” y él respondió porque es rico en misericordia, es una de sus características (Lm. 3:22-23), se dirigían a la persona indicada.

Estos leprosos tenían muchas cosas en común con nosotros, todos sufrían la misma enfermedad (Ro. 3:23), todos se estaban muriendo (Ro. 6:23) y sin Cristo no tenían esperanza (Ef. 2:11).

Jesús limpia a los leprosos (v. 14). Tiene una mirada compasiva hacia ellos (“cuando les vio”), respondió a su clamor. ¿Por qué dijo “id, muéstrense a los sacerdotes”? Su mandato exige fe, los sacerdotes tenían la autoridad para declararlos limpios, eran ellos quienes tenían que verificar el milagro de Jesús. Era recién en ese momento cuando podían ingresar a tener una vida social como la de todos.

“Mientras iban fueron limpiados”. El primer paso de fe activó el milagro, la fe en Cristo nos limpia de toda inmundicia. ¿Podemos nosotros dar ese paso de fe?

Pero hay un solo leproso agradecido (vs 15-16). Al ser sano regresó a Jesús, glorificó a Dios, se postró a sus pies, agradeció (la gratitud nos acerca, “éste era samaritano”), le dio el primer lugar a quien lo había sanado. ¿Por qué lo hizo? Porque estaba sin esperanza y ahora la tenía; no tenía hogar, ahora podía volver a su casa; había sido rechazado, ahora podía ser recibido. Quien primero lo recibió fue Jesús, quien no lo rechazó por su condición, sino que restauró su vida para testimonio. Debemos ser agradecidos.

Hubo otros leprosos desconsiderados. Eran nueve que también fueron limpiados pero siguieron sus caminos. Jesús tristemente preguntó “¿y los nueve dónde están?”. ¿Cuán pronto nos olvidamos de los favores de Dios hacia nosotros? Estos hombres estaban más interesados en ingresar a la sociedad que en agradecer.

El ex leproso y samaritano (la iglesia) debió cumplir con la tradición, ir a los sacerdotes, quienes eran los encargados de darle el “alta”. Seguramente también volvió a su casa y a la sociedad que lo recibiría. Su testimonio afectó mucho más a su gente, ¿por qué? Porque aquel que en algún momento estaba lejos, ahora estaba cerca, se postró a sus pies, le adoró y le reconoció como Señor.

Jesús elogió a este hombre agradecido (v 19). ¿Somos agradecidos o desconsiderados? Los nueve sólo recibieron sanidad, pero el samaritano también recibió salvación. Debemos manifestar a quienes nos rodean el cambio que Jesús hace cada día en nuestras vidas, ser de testimonio a una sociedad enferma, compartiendo cada día vivencias que hacen que tengamos una mejor calidad de vida junto a nuestras familias.

SUPERANDO LOS MOMENTOS NEGATIVOS - (19/02/2012)


Lectura: Mateo 15:21-28

En general no estamos preparados para las dificultades. Cuando se nos presenta un problema en casa, cuando de repente ocurre algo que no esperábamos, cuando a pesar de tener medianamente todo, surgen inconvenientes que nos superan.


¿Estamos preparados para las dificultades? Probablemente siempre pensamos que a nosotros no nos va a pasar lo que a otros, y quizás pueda ser así, pero podrán venir distintas dificultades que las que tienen los demás, y eso es normal. Lo que debemos analizar es cómo enfrentamos esas dificultades, aún cuando vemos que las puertas se cierran.

Veamos el caso de la mujer cananea, quien no bajó los brazos y supo a quién ir en el momento más crítico de su vida. A pesar de las respuestas negativas siguió insistiendo. Por las condiciones en las que estaba, no le correspondía tener una respuesta, pero la misericordia de Jesús fue mayor que todo lo que tuvo que enfrentar.

En primer lugar, éste fue el único momento que Jesús salió del territorio judío. Se fue a una zona costera para descansar después de todo el trajín que le ocupaba su ministerio. No quería que nadie lo supiese (Mc. 7:24), quizás porque quería tener un retiro con sus discípulos o quería pasar tiempo con Su Padre. Siempre que Jesús iba a un lugar era porque tenía un propósito para con ese sitio o persona, y eso también sucede hoy. Jesús se apartó a un lugar que no había ido antes por algo particular, quizás porque la mujer no podía llegar a donde Jesús estaba, pero él sí podía llegar a ella. Luego, Jesús la puso a prueba.

La mujer tuvo que enfrentar momentos negativos que no se esperaba. En primer lugar, ante sus reclamos “Jesús no respondió palabra”. ¿Cómo reaccionamos nosotros cuando le hablamos a alguien y éste no nos responde? Renegamos con la persona que debería ser nuestro interlocutor, lo vemos como una falta de respeto hacia nosotros.

El silencio también es una respuesta de Jesús, quizás porque no es conveniente lo que pedimos, o porque no es el tiempo, o porque Dios quiere saber el grado de fe que tenemos.

La mujer también tuvo que superar las críticas de los discípulos, para ellos era una persona que molestaba cuando
querían descansar.

La siguiente respuesta de Jesús fue “no soy enviado… a las ovejas perdidas de Israel”. Pareciera que le dice que no tiene nada que ver con ella. Esto podía generar desánimo en la persona, pero su actitud fue más allá: “vino y se postró ante él diciendo: Señor, socórreme”, sólo tú me puedes ayudar, no hay otro que pueda hacer el milagro. Ella se postró, se humilló, no le importó lo que dirían los demás, y menos los discípulos.

La tercera respuesta de Jesús fue: “no está bien tomar el pan de los hijos y tirarlos a los perrillos”, él quería desanimarla, que se fuera a su casa. Él había venido a alimentar a su pueblo, ellos eran los que debían ser rescatados, la mujer tendría que saber que para ella no quedaba nada posible por recibir, pero se humilló aún más y le respondió: “Sí, Señor”, como diciendo “tienes razón, pero yo no vengo a sacarle el pan a los hijos de Israel”. Siendo considerada un perrillo, tomó esa condición para responderle; “aún los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

¿Qué fue lo que le hizo alcanzar la respuesta? Su confianza por lograrlo, su fe, el no bajar los brazos ante la dificultad. A pesar de todo lo que pasó, llegó a tener una respuesta de parte de Dios.

Fundamentalmente su actitud fue humillarse ante Jesús. A pesar de que no pertenecía al pueblo judío, Él actuó con misericordia. Pese a las diferentes negativas de Jesús, alcanzó un reconocimiento de parte de él. Resalto su condición de mujer, y dijo “grande es tu fe, hágase contigo como quieres” y “desde aquella hora su hija fue sanada”.

RECIBIMOS A LA PERSONA MÁS IMPORTANTE - (05/02/2012)


Lectura: Juan 1:10-14

La decisión de ser receptores es nuestra. Cuando alguien nos golpea la puerta o toca el timbre, cuando nos llaman por teléfono o nos dejan un mensaje, cuando nos envían una carta o un regalo, tenemos la capacidad de decidir qué hacemos.


Hoy en día los medios nos informan de todo al instante. Tenemos la televisión, las radios, los teléfonos de línea y celulares, los diarios y revistas, internet, Facebook, Twitter. Al instante podemos ser receptores de todo lo que pasa en el mundo.

Sin embargo muchos se dan el privilegio de rechazar. No están dispuestos a vivir actualizados, no ven las ventajas hasta que tienen necesidad. Generalmente siempre tenemos cierta aprensión a lo nuevo, rechazamos las cosas sin conocerlas. Incluso eso ocurrió con Cristo, los judíos lo esperaban pero lo rechazaron, deseaban que viniera, pero hicieron oídos sordos.

El rechazo del verbo por el mundo (v.10). “en el mundo estaba… pero no…”. Fue presentado como Creador, “todas las cosas por él fueron hechas” (v.3), “el mundo por él fue hecho” (v.10). Durante su ministerio se ofrecieron pruebas de que era el Creador: convirtió el agua en vino, caminó sobre el agua, la tormenta le obedeció, incluso resucitó muertos. Sin embargo la sociedad lo rechazó. Herodes estaba muy ocupado con la lujuria y la codicia, a Pilato le interesaba la política y quedar bien, el joven rico no quería desprenderse de sus posesiones.

Aún los mismos judíos lo rechazaron (v.11). “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Ellos lo esperaban pero no en esa forma. Los profetas lo habían anunciado, dijeron cómo iba a ser su llegada. Jesús cumplió con la Palabra: nació de una virgen (Is. 7:14), fue maltratado y muerto por pecadores (Is. 53; Zac. 12:10; 13:6), se levantó de los muertos (Sal. 16:10); pero a pesar de tantas evidencias, su pueblo no lo recibió.

Pero “a aquellos que le recibieron…”. Su plan se cumplió igual, “mas a todos los que le recibieron”. La posibilidad ya no estaba limitada a judíos solamente, era para todos (Jn. 3:16; 6:37). El nuevo nacimiento es para los que lo reciben como Salvador, Nicodemo lo aprendió cuando llegó a Jesús. Todos los que le recibieron son hechos hijos de Dios (v. 12-13).

Al recibir a Jesús, él llega con su Palabra a nuestras vidas, con todo su Poder, con todas sus Bendiciones. La oración que hace por sus discípulos, en Juan 17, también nos involucra a nosotros: “para que crean en mí por la palabra de ellos”. Jesús llega con su Alabanza a nuestras vidas porque “escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las revelaste a los niños” (Mat. 11:25-26).

Jesús es la persona que merece toda nuestra atención, El está en medio nuestro y desea estar en nuestro corazón cada día. Es quien se hace presente en nuestras vidas esperando que queramos recibirle. Pero la decisión es nuestra.

Apocalipsis 3:20 nos dice: “he aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz yo entraré y cenaré con él y él conmigo”.

¿Estamos dispuestos a recibir a la persona más importante?