Lectura: Lucas 8: 40-56
En la lectura de hoy, vemos que Jesús es seguido por la multitud, como en muchas otras oportunidades, algunos de ellos con necesidades. A veces pensamos que está muy ocupado, que no va a tener en cuenta nuestro problema. Generalmente decimos “hay otros con inconvenientes más importantes” o “no va a tener tiempo para mí”.
Sin embargo, hubo alguien como Jairo que se plantó delante de Jesús, a pesar de la multitud, de las voces que seguramente se escuchaban, de cómo la multitud lo apretaba. Su problema era mayor que todo lo que le podía pasar. A pesar de que a Jesús lo querían detener con otros problemas, el hombre insistió. Seguramente la multitud oprimía al maestro o lo llevaba donde ella quería, pero el camino que transitaba lo conducía a la casa de Jairo. En algunos momentos pensamos que Jesús nunca llega a nuestra casa, que está ocupado en otras cosas, pero pase lo que pase Él llegará.
Entre vidas paralelas ¿por quién se decide? En ese momento estaba la hija de Jairo: el hombre era una persona importante dentro de la sinagoga judía. Pero también había una mujer que se acercó en el camino: ella no era quizá muy reconocida. La niña tenía un futuro importante, la mujer quizás ya habría constituido una familia. La niña tenía doce años, la mujer llevaba doce años enferma. Pero Jesús no eligió sólo a una, él respondió a todos.
¿Cómo recomponerse de las voces negativas? (vs. 49). Cuando las noticias son desalentadoras, no estamos preparados para escuchar lo peor, nos desanimamos fácilmente. Pero también están aquellos a quienes les gusta formar parte de este equipo, “los desanimadores”, son especialistas. “Se terminó todo […] No molestes más al maestro”, le decían a Jairo. Pero escuchando Jesús le dijo: “no temas, cree solamente”. ¡Esas son palabras de autoridad! Nuestra fe en Jesús hace callar las voces negativas.
Vemos cuando la autoridad toma el control Jesús entra en la casa de la familia de Jairo, saca las voces negativas de la casa, las deja afuera, aunque seguían hablando. Así debemos hacer nosotros, sacarlas fuera. Su grupo íntimo lo acompañó, también estaban los padres de la niña.
Jesús, con su presencia, inyecta fe y esperanza en cada uno de nuestros hogares. Recordemos el pedido de Jairo, “le rogaba que entrase en la casa”. ¿Será este nuestro pedido hoy? ¿Deseamos que la máxima autoridad se haga presente en nuestra casa?
Quizás hoy a las autoridades se les escapa el control de algunos problemas, pero si nosotros, como aquel principal de la sinagoga, le pedimos que venga a nuestra casa, Jesús se hace presente. Debemos tener la constancia que tuvo Jairo, saber escuchar la voz de Dios, hacer oídos sordos a las voces negativas, permitiendo que Jesús no solamente entre en nuestra casa cuando tengamos necesidades, sino que se quede para siempre con nosotros y que sea Él quien nos guíe en todo momento.
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