martes, 3 de abril de 2012

SU PRESENCIA NOS HACE LIBRES - (06/03/2011)


Lectura: Mateo 27: 50

En muchos casos nos cuesta ser agradecidos. Cuando les enseñamos a nuestros hijos les cuesta, pero a nosotros cuando éramos chicos nos era difícil decir “gracias”. Pero qué importante que hoy podamos agradecer a Jesús por haber dado su vida por nosotros.


Muchas veces hemos leído en la Biblia lo que respecta a la crucifixión de Jesús y todo lo que aconteció en ese momento, en esa circunstancia. Quizás uno pueda pensar que debería compartirse esto en Semana Santa, pero qué bueno que hoy podamos recordarlo también.

Cuando recibimos una información después vemos las repercusiones de este episodio, ya sea en el trabajo, en la ciudad o en el gobierno. Lo mismo pasó con Jesús, cuando dio su vida en la cruz hubo repercusiones, aún en este tiempo.
El pasaje que leemos muestra claramente las consecuencias de la crucifixión: “he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron”. El velo separaba el lugar santísimo del resto del templo. Era el único lugar del templo donde sólo el sacerdote podía entrar una vez al año, presentando los pecados de todo el pueblo. Sin embargo, eso significa que al estar el velo rasgado de arriba abajo tenemos la oportunidad de entrar en el lugar santísimo. Todos tenemos entrada, y eso lo produjo Jesús en la cruz. Hoy tenemos la oportunidad de entrar en la presencia de Dios, pero dónde nos quedamos ¿afuera o adentro?

Lo que más necesitamos es la presencia de Dios y gracias a que el velo se rasgó hoy podemos entrar en ella. Al entrar al lugar santísimo es donde Dios nos habla y tenemos que dejar que lo haga.

“La tierra tembló y las rocas se partieron”. Algo pasó, algo importante que fue lo que hizo Jesús para toda la humanidad, por cada uno de nosotros.

En ocasiones hemos leído cuando Pablo fue llevado preso a Filipo (Hechos 16:25- ). Él estaba encarcelado pero igual cantaba y oraba sin importarle la circunstancia. Pero algo pasó. Hubo un gran terremoto, como cuando Jesús murió, la tierra tembló. ¿Por qué? Porque la misma presencia de Dios se manifestó en ese lugar “y al instante se abrieron todas las puertas de las rejas y todos se soltaron”. Así nos ocurre a nosotros, somos libres porque Jesús murió en la cruz, porque derramó su sangre, somos libres por gracia y misericordia de Dios.

Cuando Jesús murió muchos fueron libres. Es importante que nosotros podamos salir y trasmitir lo que Cristo hizo en nuestro corazón.

En la cárcel el guardia quiso matarse y quizás hoy hay personas que se hacen daño o descuidan su cuerpo, pero qué bueno que podamos hacer como Pablo y detenerlos a tiempo, ayudarlos a que se hagan bien. Incluso pensemos en nuestra propia vida, quizás hay algo que nos está lastimando y tenemos que ser libres de ello, y Cristo nos hizo libre. Él nos dio vida y vida en abundancia pero tenemos que cuidarla y atesorarla y compartirla con quienes nos rodean. Por fe tenemos que declarar libertad.

La Biblia dice que “al instante las puertas se abrieron”. Inmediatamente Jesús nos hace libres, no se tarda nada, lo hace “al instante”.

No importaba que Pablo estuviera en cadenas, Dios se hizo presente, todo tembló y lo hizo libre. A través de Pablo también escucharon la voz de Dios todos los presos y el carcelero.

Nosotros tenemos que reflejar la vida, no quedarnos en el sepulcro. Salir y trasmitirla a todos a nuestro alrededor, no nos quedemos presos, Su presencia nos hace libres.

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