miércoles, 4 de abril de 2012

AMPARAR AL DESAMPARADO - (18/03/2012)

Lectura: Mateo 9:35-38; Lucas 19:41-42; Hechos 1:8-2

Cómo encontramos nuestra sociedad cuando transitamos por las calles? Seguramente vemos situaciones parecidas a las que veía Jesús en aquellos días. Algunos creen que tenemos que ir lejos de nuestra casa para ver cuanta necesidad hay, pero sólo tenemos que abrir nuestros ojos a nuestro alrededor para descubrirla.

¿Cuántas personas están reclamando una mayor y/o mejor respuesta debido a los inconvenientes que están teniendo? No hay previsibilidad, previsión, en la atención de las familias con situaciones límites. Generalmente vamos detrás del problema y no nos adelantamos a prevenir aquello que puede pasar.

Hoy en día sufrimos reclamos de diversas formas: la gente pide por seguridad porque se siente desprotegida, por salud porque está enferma, por trabajo porque no tiene posibilidades de un bienestar, aún a pesar de las capacidades que pueda llegar a tener. La gente reclama por una mejor enseñanza, porque la que hay no alcanza a cubrir las expectativas que puedan surgir en el momento que deban ejercer sus capacidades.

Hoy vamos a ver cómo Jesús veía a su sociedad y qué hacía por ella, pero además cómo derivó la responsabilidad a sus seguidores. ¿Estamos dispuestos a asumir el compromiso? ¿Será posible que nos veamos a la luz de la Palabra?

Jesús no se quedaba quieto, recorría “ciudades y aldeas”. No hacía diferencias con nadie, sino que para Él todos eran y son importantes. A donde Él llegaba parecía que se instalaba una carpa de atención generalizada y personalizada a la comunidad. Jesús era y es sensible a las necesidades de las personas, comprendía cada caso en particular, como también conocía las necesidades generales de las personas. Al recorrer en este tiempo, también ve en nosotros cómo nos encontramos y qué nos hace falta.

Él tenía una actividad personalizada importante. “Enseñaba en las sinagogas de ellos”; “predicaba el evangelio del reino”; “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Jesús no ha cambiado y sigue a través de su iglesia desempeñando este compromiso con las personas. Somos nosotros quienes tenemos que llevar el mismo mensaje a toda una comunidad que se encuentra necesitada.

Los ojos de Jesús siguen puestos en la multitud (v. 36). Él conoce aquello que está pasando a las multitudes. Hoy vemos personas que reclaman por diferentes motivos a los hombres y mujeres y no encuentran respuesta. En muchos casos, quienes deberían resolver los conflictos, miran para otro lado o la información les llega cambiada. No sólo no ven, sino que no escuchan, o mejor dicho, no quieren ver ni escuchar, también podemos decir que en algunos casos ven y escuchan pero no les importa. Podemos decir, Señor danos tus ojos para ser sensibles a las necesidades de la multitud.

¿Qué vio Jesús en la multitud? Lo lejos que estaban de Dios, “estaban desamparadas”, sin protección. Se encontraban frágiles. También las vio “dispersas”, cada uno por su lado. Una persona que se encuentra en esa situación “dispersa” está expuesta a que le pueda pasar cualquier cosa. Se encuentra debilitada, con menos fuerzas. En muchos casos, cuando se dice de una persona que está “dispersa”, es porque está pensando en cualquier cosa, que no se puede concentrar en lo que está haciendo o quiere hacer. Su mente está dividida.

¿Qué quiere Jesús en estos casos? Que seamos sensibles a las necesidades de las personas; “Jesús tuvo compasión de ellas”. Amparar al desamparado, Salmo 91 dice “el que habita al abrigo del altísimo…”. Nuestro Dios nos protege como a Josué (Josué 1:5), pero para ello él debía caminar en la palabra de Dios. Nosotros encontramos amparo en Dios, y eso mismo hay para los que se encuentran desamparados.

“Atraer a las que se encuentran dispersas”. Cantares 1:4 dice “atráeme…”. En función de ese amor incomparable tenemos la necesidad de estar cerca de él cada día. Ese amor sublime que lo demostró a través de Jesús en la cruz para que nos sintamos atraídos cada vez más cerca a él. Nos atrae en lo personal, pero para formar parte de un pueblo que tiene la misma devoción por ese amor, es por eso que el autor de Cantares dice “en pos de ti correremos”. Ya no se refiere a una sola persona sino que lo manifiesta en plural, somos muchos los que estamos en carrera (Hebreos 12:1-2).

Sabiendo lo que miraba Jesús, ¿dónde están nuestros ojos? Si bien Jesús les mandó a sus discípulos orar, también los comisionó a actuar. No podían permanecer al margen del mismo mandato. El rogar no nos exime del compromiso de hacer parte de la tarea que tenemos por delante, nuestro mandato recibido es amparar al desamparado y atraer a las personas que están dispersas.

Debemos ser un cuerpo componedor de vidas que necesitan ser restauradas, comenzando por nosotros mismos y manifestando lo que Dios ha hecho por nosotros y en nosotros.

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