Lectura: Hechos 10: 1-5; 9-11; 19-20; 28-29; 33-35; 44-46
Una de las grandes ocupaciones de las personas en todo el mundo es generar fuentes de energía. Lo vemos cuando desde un comienzo fue en los alimentos y el agua, y luego con el fuego y el carbón. Al viento también se lo utilizó, como en los barcos a vela. El descubrimiento de la pólvora en algunos casos ayudó y en su gran mayoría perjudicó. Con el tiempo la electricidad fue un factor de avanzada que ayudó a muchos para el emprendimiento de aparatos, máquinas y motores que se sucedieron como beneficio para la humanidad. Así, comenzaron a aparecer varios tipos de recursos más, como el petróleo y la energía nuclear. Pero hay una fuente de energía especial que no se acaba y trae beneficios para todas las personas, es el Espíritu Santo.
Veamos en el pasaje de hoy cuáles son las cualidades naturales del centurión (vs. 1-5).Era una persona que sabía estar bajo autoridad, era un soldado romano con personas de alto rango sobre él, pero también tenía cien soldados a su cargo. Había llegado a ese puesto por su estudio o reconocimiento de sus superiores. Las órdenes que daba debían ser acorde a lo que sus superiores le decían, y no podía contradecirlas. Generalmente el pueblo no quería a los soldados romanos porque eran sus opresores, pero este centurión, más allá de sus autoridades naturales, se puso bajo la autoridad máxima, Dios.
Cuando Dios llama a una persona, ésta inmediatamente debe ubicarse bajo una autoridad delegada por Él. Dios le dijo que fuera a buscar a Pedro, pero la importancia no estaba en Pedro mismo, sino en lo que éste le iba a compartir.
El centurión era una buena persona, reconocida por el pueblo (vs 2), un buen soldado, pero no estaba completo, necesitaba de la llenura del Espíritu Santo.
Dios quiere hacer algo grande en tu vida, pero necesitas la Energía Superior que sólo es brindada por el Espíritu Santo.
El centurión quiso compartir su experiencia con las personas más allegadas. Tenía familiares que necesitaban escuchar el mensaje y amigos que no se podían perder lo que Dios tenía para ellos.
Dios no hace diferencias. El pueblo judío era muy exclusivista, se creían los únicos a los que Dios les podía hablar. Quizás muchos de nosotros dejamos de lado a alguien, decimos quien debe escuchar de Dios y quién no. Pero si Dios no hizo diferencia con nosotros cuando realmente teníamos o tenemos errores que todavía seguimos cometiendo, ¿quiénes somos nosotros para dejar de lado a quienes Dios les está hablando y está haciendo cambios que nosotros humanamente no podemos hacer?
El poder no está en el mensajero, aunque este sea ungido con el Espíritu Santo. Pedro comenzó a contar su experiencia con Jesucristo, cómo llegó a realizar tantas señales aquí en la tierra, como los discípulos fueron enviados a predicar el evangelio y a cuántos Dios quería transformar. Pero algo pasó. Pedro tuvo que dejar de hablar, ya no era importante su mensaje. Ahora el Espíritu Santo se iba a encargar de tratar personalmente con cada persona.
Debemos permitirle al Espíritu Santo que trate personalmente con cada uno de nosotros. Aquellas personas estaban predispuestas desde el mismo momento que el centurión las invitó. Eran familiares y amigos que ya habían visto un cambio interior en aquel que les compartió el deseo de que llegaran a su casa. Pero la obra del Espíritu Santo es personal. Cada uno de nosotros debemos dejarle que actúe. No es algo emocional o de un momento, debe ser algo que vaya creciendo cada día. No porque participe de una o dos reuniones ya está todo. En el pasaje vemos que fueron bautizados y aún se quedaron con ellos “algunos días”.
Hay una energía superior que se sigue moviendo hoy. Cuando muchos están pensando en la energía nuclear que destruye y trae tantos males, nosotros debemos pedir la manifestación del poder del Espíritu Santo que transforma vidas. Primeramente lo necesitamos nosotros, no podemos compartir e influenciar en otras personas con algo que no tenemos.
Dejemos que su poder se manifieste en nosotros, un poder que no termina ni se apaga. Seamos sensibles a su presencia, hay una fuente de energía superior y es su Espíritu Santo.
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