Lectura: Mateo 9:35-38; Lucas 4:16-21
En la actualidad se realizan eventos gratuitos y la multitud va. Vemos cómo en las plazas se organizan espectáculos, como así también muestras que promocionan las actividades que se están desarrollando para un futuro mejor, cómo se desarrollan eventos deportivos, cómo se ponen días feriados para que la multitud se vaya a lugares turísticos. Existe un exceso que se le permite a la gente para desatender sus responsabilidades.
A pesar de todo tenemos una realidad: “la multitud está desamparada y dispersa como ovejas que no tienen pastor”. Esto es lo que Jesús ve, él puso sus ojos sobre la multitud y conoce la realidad de la persona.
Jesús llegaba al barrio en todas sus necesidades. Recorría las ciudades (v. 35), también las aldeas. No se quedaba sólo con ir a las ciudades importantes, sino que todas eran iguales delante de él. Al recorrer tantos lugares tenía una visión general de cómo se encontraban las personas en lo particular, así como también el grupo que integraban, como elemento familiar al que pertenecen. No hacía estadísticas que después quedaban en el escritorio, no tenía un promedio de todas las cosas que pasaban, sino que tenía un conocimiento real del problema de la gente.
Para llegar a ellos, Jesús hace tres cosas. En primer lugar “enseñaba en las sinagogas de ellos…”. Evidentemente les faltaba instrucción, al no tener la capacitación que necesitaban, las personas podían ser manipuladas fácilmente por las autoridades y las conformaban con pocas cosas para que fueran obedientes al sistema gobernante. “El pueblo pereció porque le faltó conocimiento”. Jesús se hacía presente en los lugares de reunión y les enseñaba, les abría los ojos, no para que se opusieran al gobierno de turno, sino para que vuelvan a un encuentro con Dios. Es allí donde lee a Isaías (Lucas 4:16-21).
“Predicaba el evangelio del reino”. Tenía un mensaje diferente al común de las personas, les llevaba un mensaje de poder. Ese mensaje hacía reflexionar a las personas, era un mensaje de fe y esperanza que aún nosotros, en este tiempo, podemos recibir. Eran buenas noticias (evangelio) para las personas que se sentían oprimidas. Cuando todos nos dicen que vamos de mal en peor, Jesús llega con una noticia que nos alegra la vida porque en Dios encontramos aliento para nuestro futuro. Esas noticias no eran para que las personas miren el suelo ni lo humano de ese tiempo, porque es ahí donde nos comenzamos a comparar con la realidad de las personas que están a nuestro alrededor. Invitaba a sus oyentes a que dirigieran la mirada a los cielos. Basta ya de lo humano, que de eso se encarguen los demás, esas “Buenas Noticias” eran del reino. En otras palabras les estaba diciendo que “Dios no se olvidó de ustedes, él está dispuesto a ayudarles, a bendecirles, a responder a todas sus necesidades, levanten sus cabezas”.
En tercer lugar iba “sanando de toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. Jesús no se dedicó sólo a dar discursos o a informarse de cómo se encontraba la gente. No llevaba un tráiler del ministerio de salud para revisar a las personas, él accionaba con poder y autoridad sobre todos los que le necesitaban. Había gente enferma y él los sanaba, había personas con dolores y también los sanaba, no eran más importantes unos que otros. Jesús cura de las enfermedades y dolores no sólo físicos sino también del alma. Él está dispuesto a hacer la obra completa en cada uno de nosotros, de acuerdo a su voluntad.
Jesús desea darnos la protección que necesitamos. Vio a la multitud desamparada, sin protección, insegura. No había quien cuidase de la gente, no sabían qué hacer, ni dónde encontrar respuestas a sus necesidades. También los encontró dispersos, cada uno por su lado, si esto ocurre en una familia, imagínese en toda la sociedad.
Hoy sucede algo similar, encontramos que hay mucha gente que no sabe qué hacer ni a dónde ir, se encuentran “como ovejas que no tienen pastor”, como que no tiene, pero tiene.
La gente necesita ponerse bajo la protección del Gran Pastor de las ovejas, que es Jesucristo y él las derivará a su representante en la tierra. “Tuvo compasión de ellas”.
Nosotros podemos ser las ovejas que necesitan de ese pastor Jesucristo (“él dio su vida por las ovejas”), pero también podemos ser los obreros del Gran Pastor, para atraer a todas las ovejas bajo su cobertura y protección.
A pesar de todo lo que nos ofrezcan, busquemos la protección de Jesús, él es quien hace la obra completa en nuestras vidas. Tiene mejores noticias de las que nos puedan dar los hombres hoy, pero también tiene las mejores respuestas a nuestras dificultades.
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