Lectura: Lucas 19: 1-10
Hoy nos preguntaremos ¿Quiénes son los que habitan en nuestra casa? Algunos pueden decir “somos un matrimonio”, otros también pero con uno, dos o más hijos. Hay quienes quizás estén con los abuelos, y ellos con los nietos. Otros se han ido de su casa para independizarse de sus padres, y están aquellos que tienen habitantes extraños que son difíciles de sacar.
En este día veremos como resultado de todo cuál es el deseo de Jesús: entrar en nuestra casa, en nuestra familia, pero no ser sólo un habitante más, sino que quiere ser el principal invitado en nuestra casa, el cual permanezca para siempre.
Jesús se movilizaba por la ciudad (Jericó). Al pasar, muchas personas representantes de diferentes familias iban a él.
Quizás parecía que Jesús se mantenía al margen de todos los que le rodeaban (y algunos piensan así, que él no los tiene en cuenta). Sin embargo, debemos saber que delante de sus ojos no pasamos inadvertidos. Al observar, él sabe cuál es la situación por la que estamos pasando. Alguien podría decir “¿por qué entonces no me responde?”. Sólo le puedo decir que Jesús sabe lo que hace, por qué y cuándo. El responder a las personas está en su tiempo y voluntad, sobre todo observa nuestra condición.
Zaqueo era una persona conocida en la ciudad. Era cobrador de impuestos, como tal no era muy querido. Era judío pero trabajaba para los romanos y se había enriquecido mucho. A pesar de todo vemos que Jesús no hace las diferencias que hace la sociedad, para él todos somos útiles.
Zaqueo se sintió atraído. “Procuraba ver a Jesús”, seguramente habría escuchado de él, le habrían llegado noticias de los milagros que hacía. Era en ese momento el personaje más popular y se preguntaría “quién es este del que habla la gente”.
“No podía verle porque era pequeño”. Quizás muchos de nosotros en esa situación abandonamos la curiosidad o nos quedamos como uno más de la multitud que quiere observar pero no “ve”. Pero su estatura no fue un impedimento para ver a Jesús. Nos podríamos preguntar ¿cómo un funcionario público puede subirse a un árbol como si fuera un chico? ¿Qué diría si lo viera algún conocido? Sin embargo, él dedujo por dónde habría de pasar y se subió al árbol. Su interés por Jesús fue más importante que lo que podían decir sus vecinos. Si quieres tener un encuentro con Jesús, deja de lado lo que pueda decir la gente.
Algo inesperado pasó: “Jesús… le vio”. Aquel pequeño hombre se habrá sentido conmovido delante de Jesús. Algunos pensamos que por el deseo de querer elevarnos por encima de los demás no nos va a ver, pero delante de él nadie pasa desapercibido. Jesús miró a aquel que subió al árbol.
Cristo tiene interés en Zaqueo como en nosotros. Lo llama por su nombre y le dice “date prisa”, no dejes pasar más tiempo, “desciende”, baja a la realidad, eres una persona igual a todas, no hay diferencia, “porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”. Con esto le está diciendo: vos me necesitas, tu casa me necesita, tu familia, tu esposa, tus hijos y los que habitan en tu casa también.
¿Acaso no nos sentimos identificados ante estas palabras de Jesús? A pesar de las voces que se levantaron, Zaqueo abrió las puertas de su casa al hijo de Dios y sus discípulos. Con él en su casa Zaqueo reconoció sus errores.
Jesús entra con todo lo que el hombre necesita, “salvación”. Es una posesión presente: liberación, preservación, sanidad, prosperidad, felicidad, rescate, bienestar general.
Es el tiempo de asegurarnos de tener en nuestra casa a Jesús. Nuestras vidas deben disfrutar de la persona de Jesús cada día. No debemos dejarnos llevar por lo que diga la gente, Jesús en nuestra casa es el refugio más importante que podemos tener.
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