Lectura: Hechos 6:1-6; 1º Samuel 3:1-4,10
Cuando un chico comienza a relacionarse con sus padres vemos como nos mira y escucha lo que le decimos y luego comienza a balbucear palabras que no se comprenden y nosotros creemos que dice, tal cosa. Mientras tanto nosotros le vamos enseñando nombres y palabras para que comience a expresarse correctamente.
La Conversación de los padres hacia los hijos desarrolla el potencial del que necesita ir creciendo. Vemos en muchos de los casos como aprenden palabras y gestos por el continuo permanecer en un trato cercano y personal que la criatura va desarrollando. Aprende desde todo lo bueno, hasta lo no tan bueno. Si nosotros mismos nos analizamos, vemos que tenemos conductas que la hemos aprendido de nuestros padres o de aquellos con los que hemos convivido, sean abuelos, tíos o personas que nos han criado.
En este día veremos como nuestra relación con Dios puede ir creciendo y desarrollándose, para que impacte nuestras vidas y de quienes nos rodean. ¿Cómo? A través de un trato personal con Dios y de un querer alimentarse continuamente.
Vemos en Hechos 6, como los discípulos no se guardaban nada de aquello que habían recibido. Comenzaron a tener una Fuerza impresionante con la que transmitían todo lo que habían aprendido de Jesús. Se sentían impulsados a hablar de sus propias vivencias con las cuales las personas se sentían impactadas y hacían propias sus palabras, a pesar de que muchos habían consentido y participado de la muerte de Jesucristo.
Era tal el impacto de sus palabras que “crecía el número de los discípulos”. Eso es lo que debemos lograr, que ese impacto de La Palabra de Dios en nuestras vidas alcance a quienes están a nuestro alrededor.
Toda buena acción, en muchos casos trae una fuerza contraria, no por si misma, sino por aquellos que buscan contradecir o frenar el entusiasmo de las personas. Por ejemplo cuando uno se pone contento por que consiguió trabajo, otro le dice, Si, pero ahora te tenes que levantar temprano, cumplir horario, vos que siempre te costó una cosa y la otra, vas a ganar plata pero no te va a alcanzar porque todo aumenta, vas a la escuela, o a la universidad pero te van a presionar los maestros, los profesores, y hasta algunos pueden llegar a decir, “yo a este no lo veo para tal cosa”. “Te quieren pinchar el globo”.
También está la murmuración, que se encarga de frenar lo bueno que estás haciendo, en algunos casos con realidades que pueden suceder. Las viudas necesitaban un trato especial, qué diferente hubiese sido que en vez de murmurar digan a los discípulos, miren que esta sucediendo este problema y tenemos que tratar de solucionarlo. Ellos mismos podrían haber sido los elegidos.
Unas palabras dichas para perjudicar trajeron la posibilidad de mejorar las condiciones de personas en aquellos días. Buscaron personas idóneas. (Hechos 6:3) Los discípulos tenían que delegar responsabilidades porque no podían hacer todo, ellos se encargaban del mensaje de Dios sabiendo que debe haber una continuidad de Su Palabra.
Sin embargo, en los días de Samuel escaseaba. 1º Samuel 3:1-4, 10, 15, pero Dios habló con Samuel y le reveló Su Palabra (Conversaron). Dios quiere hablarnos en estos días, tener un trato personal que enriquezca nuestro ser.
Ese trato personal entre Dios y Samuel, lo llevó a este a “abrir las puertas del Templo”. ¿Por qué dice esto? ¿Será porque nadie en ese momento tenía la posibilidad de entrar? (1º Sam. 3:15)
En “La Mejor Conversación” hay Revelación. No nos damos cuenta la importancia que puede llegar a tener una relación personal con Dios, para que aquellos que están distantes, puedan llegar a Él. Fue una relación o conversación que Elí no pudo tener, pero Samuel si.
No descuidemos nuestra conversación. Hch 6:4. Hablamos con Dios a través de nuestra oración y Dios nos habla por medio de Su Palabra. Esa relación con Dios nos enriquece cada día, como el trato que puede tener un chico con sus padres o quienes lo educan.
En estos días como en los de Samuel, Dios vuelve a revelar Su Palabra.
La palabra escaseaba y por consiguiente la visión, hacia donde debían dirigirse. Pero Dios encontró en Samuel una persona que podía ser receptora de Su Palabra y Visión. Como los discípulos que, a pesar que quisieron desviarlos en su atención, encargaron trabajos a quienes lo podían desarrollar.
Debemos tener en cuenta el impacto que puede llegar a realizar Su Palabra en nuestras vidas. Cambió la vida y el futuro de Samuel en aquellos días y también lo hizo en la vida y futuro de los discípulos. “Señor a quien iremos…” (Jn. 6:68)
Debemos lograr que en la medida que crece La Palabra de Dios en nuestras vidas, así crezcan los que creen en Él no solo en sabiduría sino también en sus seguidores, en vidas trasformadas, sanadas, liberadas por La Palabra.
DESARROLLEMOS LA MEJOR CONVERSACIÓN
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