Lectura: Hechos 3: 1-10
Quizás por los momentos que vivimos tratamos que, de todo lo que sucede a nuestro alrededor, no se nos pierda nada. Seguramente creemos que estamos fuera de actualidad si no nos enteramos de algo. En la actualidad, todos estamos mirando lo que pasa en Japón, cosa que en al principio parecía tan lejano pero que ahora está muy cerca gracias a este mundo globalizado. Lo que pasa a miles de kilómetros, repercute rápidamente en nuestro país.
En la lectura de hoy vemos que Pedro y Juan iban al templo con un propósito, orar, hablar con Dios. Los que llevaban al inválido por un lado le ayudaban para que consiguiera lo que este necesitaba, dinero (probablemente ellos también se verían beneficiados). Seguramente habría otras personas con intereses similares para dirigirse al templo a orar, como así también aquellas que irían en sentido contrario, saliendo del mismo para cumplir con otros compromisos.
Si todas las persona tuvieran el interés de estar en la iglesia una misma hora, a pesar todos los templos que vemos hoy en día, no alcanzarían para cobijar a toda la humanidad. Pero, ¿en donde radicaba el accionar de aquel encuentro tan particular? En la dirección del interés personal de cada uno de ellos.
Pedro y Juan tenían un claro objetivo, ir al Templo. Eso significaba encontrarse con Dios, hablar con Él en la oración y que también Él les hable por su palabra. ¿Cuál es nuestra razón para ir a la iglesia? Es importante que nuestro motivo sea encontrarnos con Dios porque lo necesitamos y buscamos las respuestas a nuestras necesidades.
Así como Dios sorprendió a Pedro y Juan en el camino también nos puede sorprender a nosotros. Los discípulos podrían haberle dicho al hombre “déjanos ir al templo”, “estamos apurados, no nos molestes” o “más tarde pasamos”. Pero no lo hicieron, aprovecharon la ocasión para hablarle de Dios. No dejemos pasar las oportunidades que Dios nos da para testificar de Él.
El deseo inicial de aquella persona al ver a Pedro y Juan era la plata. Él los vio y deseaba recibir lo material. Sin embargo al Pedro decirle “Míranos” (vs 3-4), descubrió que podía recibir algo más profundo. Era descubrir en el interior de los discípulos la presencia del Espíritu Santo del cual ellos habían sido llenos.
Cuando Jesús toca a una persona, modifica todo su entorno. Aquellos que lo llevaban ya no tenían que cargar con él. Si se estaban aprovechando de él, ahora tendrían que ir a trabajar porque habían perdido su fuente de ingreso. La misma persona ya no podía vivir de la caridad de la gente, sino que podía ser una persona útil a la sociedad trabajando. Su familia se habrá visto revolucionada a causa del milagro ocurrido. Generalmente cuando hay una persona enferma o con algún tipo de problemas en una casa, toda la familia lo sufre.
Pero cuando ocurre un milagro como este, toda la casa es sanada y es un milagro que afecta a todos en ese momento.
Muchos vieron el milagro, pero sus actitudes fueron diferentes (vs 9-10). Todo el pueblo lo vio andar. El que era llevado, trasladado, abandonado en la puerta del templo, ahora tenía la libertad de caminar solo y aún de saltar. “Todo el pueblo le vio alabar a Dios”. Su actitud fue la de una persona agradecida, podía disfrutar de todas las cosas que le eran impedidas, una de esas era entrar en el templo. Esto es lo que debe pasar cuando Dios hace un milagro en alguien, que se acerque a Dios para agradecer y aún se quede con él.
¿Cuáles fueron las actitudes de las demás personas? Lo vieron, reconocieron quien era, se asombraron, y se espantaron. Al leer que se espantaron se puede pensar que se alejaron lo más posible pensando que los podían contagiar.
A raíz de todo esto los discípulos fueron maltratados, pero el milagro permaneció.Fueron criticados, llevados presos y los obligaban a dejar de predicar. Sin embargo, por la fe, permaneció la completa sanidad en la persona (Hechos 3:16).
Todo ocurrió en un momento “causal” (no casual). Dios prepara los momentos para que se manifieste su presencia y su poder. ¿Será este el día en que lo haga en nosotros? Muchos vieron, pero sólo uno, por la fe, recibió de Dios. También nosotros debemos mirar para recibir cada día más de Él. Quizás tengamos diferentes expectativas, planes o proyectos, pero debemos esperar aquello que Dios tiene para nosotros.
Todo esto fue posible porque el hombre miró para recibir algo de los discípulos. Señor, ¿Qué es lo que tienes hoy para nosotros?
El “algo” de Dios es todo lo que necesitamos.
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