sábado, 7 de abril de 2012

Jesús es nuestra Pascua - (05/04/2012)


Por la predicadora Ana Guerrieri

Lectura: Éxodo 2, 3 y 12

En la lectura de hoy vemos que Dios levanta un pueblo que lo conocía, que lo amaba, que lo adoraba, pero que un día cayó en cautiverio y fue a parar a Egipto, donde vivió oprobio y esclavitud. Al principio, ir a esa tierra fue una bendición, pero si estudiamos toda la historia vemos que hay una palabra clave: Decisión. El pueblo de Dios fue a Egipto porque pasaba hambre y Dios había levantado a un hombre, José, que era de la familia de la descendencia de Abraham, su amigo. Pero mucho tiempo después, murió el Faraón que gobernaba, murió José, y se levantó un Faraón que no conocía ni tenía a Dios. Éste sólo tenía un objetivo: opresión.
En ese contexto había un pueblo que estaba sometido, que no era reconocido ni tenían derechos (Ex. 2:23-25), pero ellos creían en un Dios que los podía liberar. Cuando llegaron el cautiverio y la opresión de tal manera que no tuvieron más argumentos, el pueblo comenzó a clamar y a gemir. Cuando se acaban los recursos vamos directo a Dios, pero qué importante sería que lo hiciéramos antes de que llegue la opresión.



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Dios, que es misericordioso y que tenía todo preparado, miró a su pueblo y los reconoció. Dios quiere que seamos libres, ese es el simbolismo de la Pascua, que no vivamos en esclavitud, que no vivamos bajo el oprobio de este sistema, bajo el espíritu del Faraón que está operando aún en la sociedad, que hiere, que subyuga, que mata. Dios creó un pueblo para que viva en libertad, creó Reyes y Sacerdotes.
En Éxodo 3 Dios reconoce el clamor de su pueblo, ve la opresión y no se le escapa nada. Es allí cuando prepara a Moisés para que libere al pueblo. En el capítulo 2, Dios había determinado libertad, pero el corazón de Faraón se había endurecido tanto que Dios puso un “ultimátum”. Le dio nueve oportunidades al Faraón para que libere al pueblo, pero a la décima dijo “basta”.
En ese momento todos estaban unidos como debemos estarlo hoy nosotros. La pascua se celebraba en familia, y es para estar juntos, para recordar, para que los padres le expliquen a sus hijos qué es la Pascua. En ese momento había que matar un cordero, con instrucciones precisas de cómo prepararlo, y pintar el dintel de las casas con su sangre (Éxodo 12:11). La sangre era una señal para que la muerte pasara de largo.
Que la sangre de Cristo tenga poder no significa que estemos exentos de los problemas, de las tormentas, pero sepamos siempre que esa sangre tiene poder. Cuando compartimos la santa cena lo estamos haciendo en memoria de Cristo y en memoria de lo que hizo el pueblo de Dios.
Antes de irse de Egipto, los hebreos despojaron a los egipcios de lo que tenían tal como ellos lo habían hecho cuando los esclavizaron. Esto es una muestra de que Dios restaura, restituye.
En Lucas 22:7-8 Jesús envía a Pedro y a Juan a que preparen la Pascua, y allí es donde nace la Santa Cena. En ella recordamos lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Cuando llegó la hora secta, salieron de la casa y fueron al monte de los Olivos (22:39-46).
Jesús es el Cordero pascual, es el que tiene la autoridad de traer las buenas nuevas de salvación. Cuando recordamos la Pascua de Israel en Egipto, tenemos que recordar lo que hizo Jesús en la cruz del calvario. Él es quien redime, el que salva, el que nos da libertad, el que nos restaura. Jesús es nuestra Pascua.

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