Por el predicador Juan Nieto
Lectura: Habacuc 3: 17 a 19; Salmo 150
En tiempos de una alabanza, en tiempos de expresarnos, de una adoración, el Señor nos abraza, ¿sabés por qué? Porque nos ama. Dice Habacuc que Él es nuestra fortaleza, nos ama a cada uno de nosotros y nos abraza. Pero si queremos sentir su abrazo sólo tenemos que hacer una cosa, alabarle.
El salmo 150 es una invitación que hace Dios para todos nosotros. Una exhortación a alabar al Señor con instrumentos de música. La alabanza es una poderosa respuesta del corazón de aquel que cree en Dios que expresa alegría, el deseo de mantener esa devoción viva y continua por Dios. Nos sorprende cuando leemos que Moisés hablaba cara a cara con Dios, pero ¿qué es lo que impide que hoy hablemos así con Él? Absolutamente nada, podemos hacerlo cada día, depende del deseo y de la devoción de nuestro corazón.
“Alabad a Dios en su santuario”. El santuario es el lugar en donde mora la presencia de Dios. A través de la Biblia aprendemos que al comienzo era el tabernáculo, en el que cada uno tenía su espacio para armar, su responsabilidad. Luego Salomón construyó el templo que un tiempo después fue destruido, pero cuando eso sucedió las personas no dejaron de alabar a Dios. A veces confundimos el templo con las paredes, pero nos equivocamos. El hecho de que no hubiera un templo no impidió que creciera el evangelio, no hizo que la gente dejara de orar y buscar a Dios. ¿Qué es lo que impide que podamos hacerlo hoy?
La alabanza nos habla de tener hambre espiritual por Dios, dice Mateo “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”, y que después vienen las añadiduras. No se qué será lo que Dios tiene para vos, pero tenemos que aprender a caminar en fe en el Señor y buscarlo primeramente a Él.
Es importante también tener las características de Dios, reflejarlo a Él. Que la gente al vernos vean al Señor. La devoción tiene que ver con la Unción. Ésta es una gran devoción que se pone de manifiesto en palabras o en actos. Tiene que ver con la alabanza y con buscar la llenura del Espíritu Santo.
Si los pájaros se expresan nosotros también nos tenemos que expresar. La alabanza es la armadura que nos da Cristo, y eso es personal. Cuando Saúl le dio su armadura a David, le quedaba grande y pesada, pero con sus propias armas logró vencer al gigante. La armadura es personal, a cada uno de nosotros Dios nos da una diferente, una forma de alabar diferente.
Salmo 19:1 dice “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos”. Cuando habla de la gloria de Dios habla de la excelencia del amor de Dios. Los cielos cuentan la gloria del Padre aún en las tormentas. Cuando andamos bien es fácil alabar, pero cuando andamos mal es más difícil. Sin embargo, siempre tenemos que hacerlo, “en todo tiempo te alabaré”.
El salmo 126:3 dice “Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres”.
Dios nos hace la invitación para alabarle pero nosotros decidimos qué hacer. Aunque creamos que somos un poco desafinados o que nos falta algo, debemos elegir alabar a Dios, porque somos instrumento de alabanza.
Efesios1: 3 al 6 dice “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”. Fuimos escogidos para alabanza y eso debemos hacer. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a aceptar la invitación?
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